Esa es la impresión que personalmente me ha producido la relectura de “Balzac y la joven costurera china”. Desde las primeras páginas, he tenido la sensación de encontrarme ante una sucesión de escenas cinematográficas, más que ante pasajes narrativos, pues sabemos qué personajes aparecen y desde qué ángulo los ve el narrador; pero faltan los detalles propios de la narración, relativos al tiempo en el que viven, al espacio en el que se mueven y a sus propias características personales. Enrique, que no pudo asistir a la reunión del pasado lunes, me comentó que esperaba encontrar en la novela información sobre el proceso de reeducación, que tuvieron que sufrir los jóvenes intelectuales chinos, durante la revolución cultural de Mao; pero que finalmente no la encontró. Eso mismo comentamos los asistentes a la reunión, en lo que se refiere, sobre todo, a los personajes, que apenas conocemos, aunque tengan la capacidad de sorprendernos o al menos de evolucionar:
– Dai, que hace las veces de narrador, nos sorprende al final, descubriéndonos su amor hacia la sastrecilla y su lealtad incondicional a Luo.
– Éste, hijo de un dentista encarcelado por decir que había arreglado la dentadura del presidente Mao, se muestra como un magnífico contador de historias, con las que encandila a todo el que le oye.
– La sastrecilla evoluciona de una chica insegura y dependiente de su padre, a una mujer independiente que toma la decisión de abandonar la aldea, para buscar un futuro distinto.
– Cuatrojos es miedoso, por eso, se resiste a compartir los libros de lectura con sus amigos; pero, cuando viene su madre, se torna arrogante y egoísta.
– El sastre, distinguido y reconocido por los demás, y dotado de una gran energía, que le permite viajar continuamente, se muestra sumamente sensible y receptivo a las novelas que le leen en alto.
– El jefe de la aldea es rudo y agresivo, por su forma de comportarse; pero en el fondo ingenuo, como lo demuestra su fascinación por el reloj despertador o su credulidad, cuando Luo le dice que la sonata que va interpretar su amigo Dai se llama “Mozart piensa en el presidente Mao”.
Sin embargo, como dijo Carmen, estos rasgos son más producto de la conversación posterior a la lectura que de la lectura misma. Ocurre a veces que novelas poco complejas, por la linealidad con la que se cuenta la historia y por la simplicidad de los personajes, como la que comentamos el lunes, dan más juego hablando de ellas que leyéndolas. Del mismo modo, hay escritores que hablan mejor que escriben, es decir, que comentando su novela despiertan un interés y nos descubren aspectos, que nosotros, como lectores, no habíamos percibido.
Con respecto a la estructura interna, nos interesó, por encima de todo, el desenlace y, en concreto, las palabras enigmáticas de la costurera para justificar su marcha a la ciudad: “Me ha dicho que Balzac le había hecho aprender algo: la belleza de una mujer es un tesoro que no tiene precio”. Para entenderlas, nos remontamos a la trayectoria de este personaje y al papel secundario que desempeñaba la mujer en aquella aldea perdida de la montaña de El Fénix del cielo. Entendimos que el escritor francés le había enseñado que tenía una identidad como persona y como mujer, ese era el tesoro con el que iba a conseguir lo que quisiera.
A todos nos pareció un personaje clave en el desarrollo de la acción, pues provoca la aparición del sentimiento del amor o de la atracción erótica, tan importante en una novela.
Como Dai y Luo habían ido a la aldea para cumplir con un proceso de reeducación, nos planteamos ¿quién reeduca a quién?, ¿los habitantes de la aldea a los dos jóvenes o al contrario? Respondimos que, teóricamente, eran los primeros quienes tenían que reeducar a los segundos, pero que, en la práctica, fueron éstos los descubrieron a aquellos el valor de la música clásica y de los libros, además de reeducarse ellos mismos, que hasta entonces habían permanecido ajenos al mundo de la lectura.
Igualmente, nos preguntamos si la narración oral de historias, tan importante en esta novela, tiene vigencia en la actualidad. Las alumnas presentes en la reunión contestaron que sus padres aún les habían contado cuentos, en su niñez; pero que la costumbre se iba perdiendo irremediablemente.
Constatamos las similitudes entre “Fahrenheit 451” y “Balzac y la joven costurera china” en cuanto a la prohibición de las obras literarias. En efecto, en ambas novelas, se describen regímenes dictatoriales, capitalista y comunista respectivamente, donde no interesa que los ciudadanos lean y piensen por sí mismos, porque eso habría supuesto el cuestionamiento del propio régimen, del “estatus quo”, como lo definió María.
Con respecto al comunismo, lamentamos que sus ideas, a priori, igualitarias, se hayan visto defraudadas en los países donde se ha llevado a la práctica, como la Unión Soviética o la República Popular China, por la ausencia de libertades y por la creación de una casta dirigente privilegiada, que ha reproducido los mismos males que el capitalismo.
Nos formulamos una última pregunta: ¿qué aporta la lectura a los personajes de esta novela y que nos aporta a nosotros mismos, como integrantes de un club relacionado con ella? Respondimos que la lectura es una ventana abierta a la vida, que les inicia en los secretos de esta, como cuenta Dai, sumido en la historia de la novela “Úrsula Mirouët” de Balzac:“Imaginen a un joven virgen de diecinueve años, que dormitaba aún en los limbos de la adolescencia y sólo había conocido la cháchara revolucionara sobre el patriotismo, el comunismo, la ideología y la propaganda. De pronto, como un intruso, aquel librito me hablaba del despertar del deseo, de los impulsos, de las pulsiones, del amor, de todas esas cosas sobre las que el mundo para mí, había permanecido hasta entonces mudo.”
Además, la lectura les enseña y nos enseña el camino de la libertad, aunque sólo sea para imaginar mundos diferentes al rudo y primitivo de la aldea, en la que ellos vivían, o al injusto e incomprensible de los mercados, en el que nos ha tocado vivir a nosotros.
Próxima lectura: “La casa de Bernarda Alba”, el día 18 de abril, miércoles, a las 19 h. No nos damos tregua.