Este es el adjetivo que empleó Carmen ayer para calificar los relatos de Julio Cortázar. Y no le falta razón, por sus inicios, aparentemente tranquilos, pero con una tensión latente; por la capacidad del autor para generar intriga; y por los finales sorprendentes.
Sin embargo, no suscitó unanimidad el escritor argentino, entre los que asistimos a la reunión del Club de Lectura. A las alumnas, salvo alguna excepción, no les había interesado, fundamentalmente, porque no aceptaban la mezcla de realidad y fantasía; porque, en sus relatos, a partir de una situación de la vida cotidiana, se introducen elementos que les resultan absurdos. Por ejemplo: la actitud de los hermanos de “Casa tomada”, dejándose expulsar poco a poco de la misma, sin avisar a la policía ni oponer resistencia alguna; que desconozcamos la identidad del ser al que acompaña el protagonista de “Después del almuerzo”, si se trata de un animal de compañía o una persona; etc.
En cambio, los profesores y profesoras, también con alguna excepción, valoramos positivamente estas situaciones, que demandan del lector una posición activa, un ejercicio de reflexión e interpretación que, a la postre, enriquece la lectura.
La presentación del autor, a cargo de María, fue pródiga en detalles, que nos ayudaron a entender mejor el contenido de los relatos. Así, descubrimos que el mencionado “Casa tomada” se lo inspiró un sueño; o que Cortázar, de joven, al igual que Pablo, protagonista de “La señorita Cora”, también había pasado por un periodo de convalecencia, a causa de una enfermedad.
¿Quiénes toman la casa? ¿Qué representa esta para Irene y su hermano?, nos preguntamos.
La identidad de los intrusos la desconocemos; pero se apuntaron dos posibilidades sobre el simbolismo de la vivienda:
- Que representa los prejuicios sociales, la tradición familiar, que pesa como una losa sobre una hipotética relación incestuosa entre los hermanos (“Entramos en los cuarenta años con la inexpresada idea de que el nuestro, simple y silencioso matrimonio de hermanos… Irene decía que mis sueños consistían en grandes sacudones que a veces hacían caer el cobertor.”), que la abandonan como una liberación, para iniciar una nueva vida (“cerré bien la puerta de entrada y tiré la llave a la alcantarilla”).
- Que la casa importa poco para los dos habitantes, como su propia existencia aburrida y anodina, sin alicientes para vivir. Por eso, la abandonan, sin oponer la más mínima resistencia. Es como la culminación de una vida inútil.
Sobre “La señorita Cora”, nos planteamos la relación existente entre Pablito y la enfermera. Coincidimos en el enamoramiento del primero y en cómo el rechazo le amarga la existencia y convierte su amor en odio. En cambio, discrepamos sobre la actitud del segundo personaje: para unos, Cora no experimenta ningún sentimiento hacia su joven enfermo, excepto el de la compasión; para otros, en cambio, se implica emotiva y sentimentalmente, desde el principio del relato, sin que esto suponga necesariamente enamoramiento.
Elogiamos la técnica de utilizar diferentes puntos de vista para contar la historia, pues le da mayor dinamismo a la lectura y nos ofrece una visión múltiple, y por tanto más completa, de la realidad.
Comentó Lola que todos los relatos de Cortázar le quedan un regusto amargo, un sentimiento de desesperanza, pues parece no haber salida para sus personajes, que parten de una situación de insatisfacción, que finalmente no consiguen superar.
En “Después del almuerzo”, título que sitúa temporalmente la acción, el joven protagonista saca a pasear a un ser cuya identidad desconocemos, en un principio. Y lo hace a regañadientes, contra su voluntad, porque, durante el paseo, está pendiente de la opinión de los demás. Cortázar sabe generar la intriga en torno a este personaje misterioso, que tanto avergüenza al protagonista. Nos obliga a los lectores a un esfuerzo añadido, a fijarnos en cada palabra, en cada giro lingüístico, de tal forma que, cuando descubrimos que se trata de un hermano deficiente, la satisfacción es doble, porque tomamos conciencia de haber contribuido a crear el relato.
El protagonista, por su parte, también toma conciencia del sacrificio y la dedicación de sus padres al cuidado del hermano y de la necesidad de aceptar al diferente.
“La isla a mediodía” fue quizás el relato más desconcertante, pues Marini, su protagonista, parece estar materializando su sueño de vivir en la isla de Xiros, cuando el avión donde trabaja habitualmente se estrella cerca de la misma. De nuevo, un final enigmático y sorprendente, que deja en el aire la felicidad o infelicidad del personaje.
En suma, las dudas en torno a lo que sienten los seres de ficción de los relatos de Julio Cortázar, acompañan la lectura de los mismos, lo cual, como se ha comentado, nos exige un esfuerzo extra, al tiempo que nos genera una sensación de desasosiego.