Durante las más de dos horas hablando ayer sobre El informe de Brodie, insistimos en la dualidad del escritor argentino: desde los personajes que protagonizan estos cuentos que suelen ser siempre dos, los cuales se enfrentan entre sí; pasando por la estructura dual de los mismos, pues empiezan con las circunstancias que rodean su creación, con referencias concretas a las fuentes, y a continuación se narra la historia; hasta la propia dualidad del autor, que da la imagen de un hombre erudito, racional y elitista, aunque en sus cuentos pululan seres violentos, que se dejan arrastrar por la pasiones.
En la presentación de Jorge Luis Borges, comentamos que se inscribe, dentro de la narrativa hispanoamericana del siglo XX, en la etapa de superación del realismo, que se da a partir de 1940, y que supone una renovación de la literatura anterior, con la incorporación de lo fantástico entremezclado con lo real. Son contemporáneos suyos Miguel Ángel Asturias (1899-1974), cuya novela más conocida es El Señor Presidente, que desarrolla el tema de la dictadura; y Alejo Carpentier (1904-1980), que aborda el tema de la revolución en El siglo de las luces. A los tres se les puede considerar claros precedentes del realismo mágico.
Nació en Buenos Aires en 1899, en el seno de una familia acomodada. Desde niño era un lector voraz, lo cual se vio favorecido por la nutrida biblioteca familiar. De 1914 a 1921 vive en Italia, Suiza, donde cursa el Bachillerato, y España. Se da a conocer como poeta y ensayista brillante durante los años 20 y 30, y se acaba convirtiendo en un maestro del cuento.
Fue Director de la Biblioteca Nacional de Buenos Aires, desde 1955 hasta 1974. A partir de este año, se dedica a pronunciar conferencias, para lo cual tuvo que superar su tartamudez y timidez, con ayuda médica. Va perdiendo progresivamente la vista hasta quedarse ciego, lo que le obliga a dictar los libros a su madre, a su mujer o algunos amigos, como Bioy Casares. A partir de los años 60, su obra es conocida en Europa y alcanza fama universal. Se le propone en varias ocasiones para el Premio Nobel, pero nunca lo consigue por razones políticas, pues mostró su apoyo al dictador argentino Videla. No obstante, Borges se lo tomó con sentido del humor: “He contraído el hábito anual de esperar y no alcanzar el Premio Nobel. Es uno de los pocos placeres que me quedan en la vejez”.
Fue un hombre muy inteligente, políglota (dominaba, además del español, el francés, el inglés y el alemán) y de enorme cultura. Escribió poesía y ensayo, pero destacó sobre todo por sus cuentos, que se pueden dividir en dos etapa:
• Antes de la ceguera, a la que pertenecen: Historia universal de la infamia, El jardín de senderos que se bifurcan, Ficciones, El Aleph.
• Después de la ceguera, que incluye: El Informe de Brodie y El libro de arena. En estos dos volúmenes se aprecia una mayor presencia de lo oral.
Sus cuentos se caracterizan por que nos ponen en contacto con lo excepcional, con lo insólito, a pesar de que se basan todos en experiencias personales, en pasiones, las cuales son sólo un punto de partida para crear ficción, introduciendo modificaciones.
Borges une en sus cuentos –en palabras de Ricardo Piglia- la civilización y la barbarie, porque en su familia están ambas tradiciones: por parte de la madre hay antepasados “soldados y estancieros”; y el padre tenía, como decíamos, un nutrida biblioteca. Así, en cualquiera de los relatos que integran El informe de Brodie, parte siempre de lo que ha leído o de lo que ha oído, para a continuación contarnos historias, caracterizadas por la violencia y las pasiones.
Finalmente, en la presentación, señalamos una serie de elementos comunes a todos los cuentos: temas, como la ética, el tiempo, la muerte o la preocupación por el destino; el punto de vista que corresponde predominantemente a una persona de clase social baja, la cual nos narra la historia en primera persona, dando así mayor credibilidad a la misma; los personajes que suelen ser criollos, por su origen europeo, y gauchos, por su integración en Argentina; etc.
El turno de opiniones lo comenzó María, quién había leído el libro hace muchos años y recordaba sobre todo “El evangelio según Marcos”, con un final que le pareció y le ha parecido, en esta nueva lectura, extraordinario. Recordó una frase de Borges, que se le había quedado grabada: “Mi relato será fiel a la realidad o, en todo caso, a mi recuerdo de la realidad, lo cual es lo mismo”.
A Miguel los cuentos le habían gustado sobre todo por su tono épico y primario, con episodios de violencia, venganza y muerte, que le recuerdan a obras clásicas, como la Odisea y la Ilíada de Homero, y la Biblia.
Enrique reconoció la presencia de estos temas universales, que además son tratados por Borges con concisión y brillantez lingüística; pero no le ve a estos cuentos tanto valor e interés, porque tienen todos la misma estructura y los personajes nos quedan muy lejanos.
Para Víctor El informe de Brodie merece una relectura reposada, porque la que él ha hecho ha sido demasiado precipitada y superficial.
Benito manifestó que le habían gustado los cuentos, en especial: “La intrusa”; “El encuentro”, donde los objetos adquieren valor en función de a quién han pertenecido; “El duelo”, con la idea fantástica del artista que pinta únicamente para otra persona, de tal forma que, cuando esta muere, deja de pintar; y “El informe de Brodie”, que le había recordado a la película “Apocalypto”, por sus planteamientos antropológicos.
Inés reconoció que le había costado mucho entender el libro por el lenguaje en el que está escrito, con abundantes argentinismos y términos del lunfardo, que es la jerga propia de los que viven en los barrios bajos de buenos Aires.
Lola comentó que había hecho una lectura demasiado rápida y que, aunque el prólogo le había despertado muchas expectativas, no le habían gustado especialmente los cuentos. Sobre todo le chirriaba el contraste entre la erudición y el elitismo del autor, y las historias violentas que escribe.
Para Carmen el problema había sido leerlo en formato PDF en el ordenador. Aparte de este inconveniente, reconoció que se perdía en las historias de gauchos, aunque le habían gustado los hilos sueltos que deja Borges en un cuento y que vuelve a coger en otros, como las referencias a la Biblia. Ello exigiría una segunda lectura, que nos permitiría entenderlos en su totalidad.
Todos coincidimos en nuestra admiración hacia el primer relato del libro, “La intrusa”, cuyo título está cargado de significado, pues hace referencia a Juliana, mujer que se entromete en la vida de los dos hermanos. La construcción del mismo y, en particular, su final sorprendente, nos parecieron magistrales por la concisión:
“Hoy la maté –le dice Cristián a Eduardo-. Que se quede aquí con sus pilchas. Ya no habrá más perjuicios.
Se abrazaron, casi llorando. Ahora los ataba otro vínculo: la mujer tristemente sacrificada y la obligación de olvidarla”.
“El indigno” genera la intriga desde el principio, pues se presenta como un secreto que le quiere revelar el personaje Santiago al autor: la indignidad de su propio comportamiento.
La “Historia de Rosendo Juárez” tiene antecedentes en la literatura de Borges, que la contó antes en Historia Universal de la infamia; pero ahora cambia el punto de vista narrativo en favor del protagonista, quien cuenta la verdad de su historia: tomó la decisión de no pelear contra el Corralero, porque se reconoció a sí mismo en él, tomando conciencia de la falsedad de la vida de matón que había llevado hasta entonces.
“El encuentro” fue otro de los relatos elogiado por todos, de nuevo por la cuidada construcción del mismo. Prueba de ello es que el protagonismo que alcanzan las armas al final se anuncia en la visita del narrador al interior de la casa, donde el dueño de esta le explica cómo los cuchillos exhibidos en la vitrina se habían hecho famosos por las personas que los habían usado. Por eso, se afirma en los últimos párrafos: “Maneco Uriarte no mató a Duncan; las armas, no los hombres pelearon. Habían dormido, lado a lado, en la vitrina, hasta que las manos las despertaron”.
También en “Juan Muraña” desempeñan un papel principal las armas, en concreto la que utilizaba el cuchillero más mentado de Palermo. Y de nuevo, encontramos señales –la pesadilla que tiene el narrador Trápani- que nos informan sobre el final sorprendente.
“La señora mayor” es un buen ejemplo de cómo a Borges, con frecuencia, le interesaba, más que la historia, lo que rodea a esta o, como en el caso de este cuento, el espacio donde vive la protagonista, que es descrito con detalle, dándonos a entender que vivía en otra época.
En el titulado “El duelo”, nos alejamos del mundo de la violencia, aunque el título parezca sugerir lo contrario; pero vuelve a brillar el escritor argentino con un final magnífico: la relación entre las dos pintoras, Clara y Marta, es en realidad un duelo en la sombra, que finaliza también en la sombra, sin vencedora ni vencida; pero que da sentido a sus vidas. De hecho, fallecida una de ellas, la otra deja de pintar.
Desmesurado y muy próximo al humor nos pareció “El otro duelo”, donde los dos gauchos, que son enemigos acérrimos, acaban enfrentándose de la forma más extravagante: en una carrera que deben correr, después de haber sido degollados.
En “Guayaquil”, se establece una doble paralelismo: entre los generales Bolívar y Santa Cruz, que se reunieron en esta población de Ecuador, para hablar sobre la forma de gobierno de los nacientes estados americanos; y entre los profesores Borges y Zimerman, que se reúnen para decidir quién va a publicar las cartas de Bolívar. En ambas contiendas dialécticas, vence el que más voluntad demuestra, con claro guiño a la filosofía de Schopenhauer.
La historia que se cuenta en “El evangelio según Marcos” es, en opinión de Borges, la mejor de la serie, y, la verdad, es que a los que participamos ayer en la sesión del club de lectura, también nos parecen admirables los sucesos que se cuentan, sobre todo cómo Baltasar Espinosa, el protagonista, que únicamente pretendía distraer a los Gutres, al leerles en alto este texto religioso, consigue poco a poco evangelizarlos, es decir, que estos le confundan con Jesucristo, lo cual nos lleva al desenlace fatal.
Finalmente, comentamos el relato que da título al libro, que describe la vida de los Yahoos, cuyas costumbres están en las antípodas de las nuestras, porque se trata de un pueblo bárbaro, cuyos habitantes viven en las ciénagas, se llaman arrojándose fango o revolcándose por el suelo, beben leche de gato y de murciélago, se ocultan para comer o cierran los ojos, devoran los cadáveres de los hechiceros, o mutilan a su rey, cortándole los brazos y las piernas; pero, al mismo tiempo poseen instituciones, usan un lenguaje basado en conceptos genéricos, creen en la raíz divina de la poesía o afirman la verdad de los castigos y de las recompensas; es decir, representan la cultura, como la representamos nosotros, pese a nuestros muchos defectos. Mayor canto a la tolerancia, imposible.
Próxima lectura: La vida negociable, última novela de Luis Landero. Hablaremos de ella el miércoles, 28 de junio, a las 11 de la mañana, en la biblioteca.