A pesar de haber sido escrita en la primera mitad del siglo XX, Carta de una mujer desconocida reúne los requisitos de una novela romántica. Así ha quedado de manifiesto esta mañana en la sesión del club de lectura que le hemos dedicado.
El que siente esta mujer es un amor no correspondido; un amor incondicional y lleno de generosidad, el cual hemos resaltado los defensores de la novela, pues incluso se asegura de que su muerte no le ocasione ningún sufrimiento al joven escritor del que está enamorada. En cambio, los más críticos con la novela han considerado como un rasgo de egoísmo el hecho de que no se atreva a declararle su amor, para compartirlo, cuando tiene la oportunidad de hacerlo.
Como aspectos positivos, se ha valorado la capacidad de Stefan Zweig para despertad la curiosidad del lector, desde el mismo título, porque nos plantea una serie de interrogantes, cuyas respuestas vamos conociendo, a medida que avanzamos en la lectura:
¿Quién es la mujer desconocida? ¿Por qué no le descubre su identidad al escritor?
También la intensidad dramática que consigue, desde que empezamos a leer la carta:
“Mi hijo ha muerto ayer. Durante tres días y tres noches he estado luchando con la muerte, queriendo salvar esta pequeña y tierna vida, y durante cuarenta horas he permanecido sentada junto a su cama, mientras la gripe agitaba su pobre cuerpo, ardiente de fiebre día y noche.. Al final he caído desplomada. Mis ojos no podía ya más, y se me cerraban sin que yo me diera cuenta. He dormido durante tres o cuatro horas en la dura silla, y mientras dormía se lo ha llevado la muerte.”
Esta intensidad no decae hasta el final, cuando anuncia su propia muerte.
Igualmente elogiamos la capacidad Zweig para introducirse en la mente de una mujer, torturada por el amor, y seguir los altibajos de su estado de ánimo, como Javier Marías en su último novela: Los enamoramientos.
Un aspecto negativo para los alumnos presentes es el final de la novela, con el destinatario de la carta mostrándose incapaz de localizar en su memoria los rasgos físicos de la niña de la que fue vecino, ni de la muchacha, con la que pasó tres noches, ni tampoco de la mujer que encontró en un establecimiento nocturno:
“El recuerdo era indeciso y vago como una piedra que brilla y tiembla en el fondo del agua sin que pueda concretarse su forma. Sombras que van y vienen, pero que no dibujan ninguna imagen. Sentía reflejos de antiguos sentimientos, pero no recordaba.”
En cambio, los profesores consideramos que no podía haber otro final, pues el joven escritor nunca ha sentido nada por la mujer desconocida.
Centrados en los personajes, nos planteamos algunas preguntas:
¿Por qué desconocemos sus nombres?
Quizá porque son irrelevantes para la historia que se cuenta, puesto que la mujer, que es la que puede revelarlos en su carta, no lo hace, fundamentalmente porque nunca ha sido correspondida en su amor. También, porque en realidad está enamorada, más que de una persona con nombre y apellidos, de un idea abstracta del amor.
¿Por qué él no la llama ni le escribe una sola palabra, después de pasar tres noches juntos?
Porque no siente nada hacia esa muchacha desconocida, que para él sólo fue una aventura pasajera.
No ha dado tiempo a plantearnos más preguntas, porque el timbre del recreo ha puesto fin, de modo abrupto, a la sesión con los alumnos.
No obstante, los profesores la hemos prorrogado unos minutos más, durante el café, hablando de que el amor repentino que sintió la niña hacia el joven escritor no lo fue solo hacia su persona sino también hacia su forma de vida desahogada, que le permite tener un sirviente, extremadamente respetuoso, elementos decorativos exóticos (ídolos indios, esculturas italianas, grandes cuadros de vivos colores, etc.) y numerosos libros escritos en diferentes lenguas y encuadernados en piel:
“Antes de que tú mismo te hicieras presente en mi vida, había ya un nimbo alrededor de ti, una aureola de riqueza, de un ser especial y misterioso. Todos, en aquella casa del barrio bajo –quienes llevan una vida estrecha sienten curiosidad hacia un recién legado-, esperábamos con impaciencia tu aparición.”
De ahí la importancia, por el contraste con el joven escritor, que la vivienda estuviera ocupada antes por un familia pobre, en la que el marido borracho golpeaba frecuentemente a su mujer y los hijos le dirigían a la mujer desconocida, cuando era niña, palabras obscenas.
A algunos nos recordó este amor platónico a Muerte en Venecia, la novela de Thomas Mann. Tras la niña enamorada quisimos ver al Gustavo Aschenbach, siguiendo encandilado con su mirada el paseo del joven Tadrio y su familia por los canales de la ciudad.
Y hasta aquí hemos llegado.
Sugerencia para la próxima sesión del club de lectura:
Pedro y el capitán, pieza teatral de Mario Benedetti, que veremos representada en nuestro instituto, dentro de las IV Jornadas de Teatro y Gastronomía, el 6 de febrero de 2013. Está muy bien escrita y nos hace reflexionar sobre cuestiones fundamentales como: la crueldad que puede alcanzar el ser humano, la capacidad de resistencia ante las torturas y cómo los que aplican estas nunca tendrán la conciencia tranquila.
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