Estos son los tres adjetivos que mejor definen los relatos de Balkan Blues: originales, comprometidos y universales. Así se consideró ayer en la sesión del club de lectura dedicada al libro de Petros Márkaris, a la que asistimos nueve personas.
Antes de llegar a esta conclusión, María presentó al autor destacando su condición de inmigrante, como lo demuestran dos hechos: que, como miembro de la minoría armenia, careciera de ciudadanía, hasta conseguir la griega, después de la caída de la Dictadura de los Coroneles; y que realizara sus estudios de economía en cuatro países diferentes: Grecia, Turquía, Alemania y Austria. También explicó por qué el comisario Jaritos es el protagonista de sus principales novelas y de algunos de los relatos que se incluyen en Balkan blues: porque, a pesar de su activismo de izquierda, Márkaris cayó en la cuenta “de que esos pobres policías son pequeños burgueses, que tienen los mismos sueños de que sus hijos puedan estudiar para convertirse en doctores o abogados.”
En el turno de opiniones sobre los relatos, hubo coincidencia en valorar positivamente el contenido social de los mismos, uno de los rasgos que los unen, junto con el espacio común de la ciudad de Atenas, que se prepara para las Olimpiadas de 2004. Igualmente, se valoró la originalidad con la que los escribe y resuelve los desenlaces.
Del titulado “De refilón” comentamos que, al convertir las manos y los pies de los personajes en auténticos protagonistas de la historia, transmite la sensación de que no son personas sino mano de obra barata, seres a los que se grita e insulta. Por eso, elige el punto de vista de narrador observador externo para contarla, ya que éste le permite tomar distancia, dada la ausencia casi total de sentimientos. El desenlace no puede ser más desesperanzador: un inmigrante mata a otro por cargar por menos dinero las cajas que estaban destinadas a él. Márkaris lo cuenta con tanta objetividad que hiere la sensibilidad del lector:
“Sin querer los pies retroceden un paso. Están dispuestos a dar la vuelta y echar a correr, cuando la mano que tiene el cuchillo inicia un movimiento recto muy preciso, con la destreza que confiere el hábito, y lo clava en el otro vientre. (…) El cuchillo vuelve a clavarse, La mano derecha se abre y los billetes caen lentamente al suelo, encima de unas naranjas podridas. La mano que no sostiene el cuchillo baja y recoge el dinero. Los pies dan media vuelta y desaparecen por donde han venido”.
Analizamos cómo en “Suite para flauta y violín” la ruptura entre Christo y Frida se produce por la coincidencia de sus caracteres: orgullosos, seguros de sí mismos, inteligentes y buenos músicos; y cómo la xenofobia se observa en los comentarios despectivos hacia los extranjeros, en este caso los dos músicos albaneses, por parte de los clientes de los bares donde tocan.
Reflexionamos sobre la evolución de la relación entre el dueño del restaurante y el camarero inmigrante en el relato titulado “Sin decorados»: en principio de confianza y amistad, pero después conflictiva, al negarse el primero a compartir el premio de la quiniela que ambos habían rellenado. Y llegamos a la conclusión –un ejemplo del mensaje universal de los relatos- de que este tipo de situaciones no sólo se dan entre inmigrantes sino que son propias de la condición humana. Nos pareció especialmente eficaz el desenlace: cuando el inmigrante, después de haber sido detenido, declara ante la policía lo sucedido, en un salto temporal hacia delante (prolepsis) de gran audacia por parte de Márkaris.
Consideramos que el hecho de que el protagonista mencione a la autora en “Café batido” le resta verosimilitud a la historia; pero se compensa con el punto de vista del narrador protagonista. En este mismo relato, el anuncio desde el principio de que va a la isla para matar a una mujer no hace que disminuya nuestro interés, sino que pretende fijar nuestra atención en el proceso de búsqueda de la víctima, en cómo va a llevar cabo el crimen y en las causas de éste.
Nos resultó sorprendente la evolución de Tatiana: desde la sumisión y los malos tratos por parte del padre hasta su emancipación y la renuncia a su familia, a su patria y a su lengua. Sólo parece moverle el interés, como se aprecia en este diálogo con su padre: “
-“¿Quién eres tú para darme órdenes? –gritó Vasilis, fuera de sí-. Yo he levantado este local con mis propias manos.
-Lo sé –respondió su hija con frialdad.- Por eso, te dejo la mitad. Pero si no aprendes a comportarte, te compraré tu parte y te echaré a la calle.”
Claro que, teniendo en cuenta el trato despótico que había recibido, se puede entender este desafecto hacia su familia.
También llamó nuestra atención la crudeza con la que describe el mundo de la prostitución en “Sonia y Varia”: cómo estas dos mujeres son obligadas a ejercerla por los proxenetas, que les propinan palizas continuas, por motivos nimios. No obstante, esta humillación se ve compensada por el final feliz, gracias a la imprevista intervención del teniente Jaritos que se encarga de hacer justicia.
Uno de los relatos que más había gustado es “Un cuento infantil”, con el que se cierra el libro, del que elogiamos la relación que se establece entre el viejo y la niña negra: la forma en que se inicia esta, porque ambos se necesitan, a causa de la soledad y cómo –en una ironía del destino- la muerte violenta del primero facilita la integración de la segunda en la sociedad griega.
Paradójicamente, finalizamos la sesión hablando del primer relato, Ingleses, franceses, portugueses, del que ponderamos la inteligencia del comisario Jaritos para resolver el enigma de los tres cadáveres, frente a la obsesión por los atentados terroristas del agente americano, imbuido por la psicosis colectiva de la sociedad estadounidense, tras los atentados del 11 de septiembre. El desenlace nos pareció especialmente brillante, pues nada hacía pensar que los muertos procedieran del depósito de cadáveres. Por otra parte, el relato nos permitió constatar que gritar y exaltarse, durante un partido de fútbol, es independiente del nivel cultural de la persona, pues se trata de algo irracional que nos libera de las tensiones de la vida cotidiana, en especial cuando animamos a la selección nacional, tal y como ha sucedido durante los últimos años en nuestro propio país.
En conjunto, un libro, Balkan blues, que dio juego, desde el punto de vista literario, y nos permitió trascender las historias que cuentan los nueve relatos, para hablar de la condición humana: las reacciones colectivas producto de los triunfos o de los fracasos, las maldades de la globalización, el trato discriminatorio a los inmigrantes, las “bondades” del colonialismo, el tomarnos la justicia por nuestra cuenta, y también la capacidad de las personas para superar situaciones adversas.