Hubo coincidencia ayer en cuanto a la vigencia del mensaje que nos trasmite George Orwell en 1984. Antes de la sesión propiamente dicha, Victoriano nos enseñó a todos los asistentes dos recortes de periódicos donde se podía apreciar la actuación del Gran Hermano en la actualidad: en uno de ellos se ve una imagen de Obama, como responsable del espionaje masivo por parte de Estados Unidos a los jefes de estados y de gobierno de los principales países del mundo; y en el otro aparece una fotografía de Sochi, ciudad en la que se han celebrado recientemente los Juegos Olímpicos de Invierno, durante los cuales los servicios secretos rusos han puesto en marcha un avanzado sistema de escuchas respaldado por la legislación. También, en el turno de opiniones sobre la novela, Yoana, con desparpajo y sentido del humor, se refirió a la sensación, extendida entre todos los ciudadanos españoles, de estar padeciendo las consecuencias de una política absurda, que viene de mucho más allá, de las altas instancias europeas, pero que tiene como cabeza visible en nuestro país, al Gran Hermano Mariano Rajoy. Yo mismo comenté el caso de un niño de Corea del Norte que delató a su propia madre, a cambio de una ración completa de arroz, tras oírle susurrar un plan de fuga, y un año después asistió a su ahorcamiento público. Y en la presentación del autor, María leyó un artículo de Manuel Rivas, en el que califica de neolengua el lenguaje eufemístico utilizado por el gobierno para referirse a la crisis que estamos padeciendo y las medidas que supuestamente se adoptan para paliarla:
“Han pasado 30 años de la fecha, 1984, que sirvió de título a un libro que es a la vez memoria y profecía. En esa obra, el poder autoritario ejercía el control de las mentes por medio de la neolengua, en la que las palabras significaban lo contrario de lo que nombraban. Así, la propia servidumbre era llamada libertad. El proceso de corrupción sistémica que soportamos en España fue acompañado por la corrupción de las palabras o el desahucio de las que se resistían. Las mentiras se exhibían garbosas, tanto como brillaba el dinero sucio. La especulación incesante fue proclamada “liberalización del suelo”. ¡Ah, pobre suelo, esclavizado por la naturaleza y “liberado” por el Partido de la Construcción!”
Por todo esto y sobre todo por los paralelismos que se pueden establecer entre la historia que se cuenta y hechos históricos, como el experimento comunista en la Unión Soviética y el fascista en Italia, consideramos a 1984, no como una novela de ciencia-ficción, sino de política-ficción, o más atinadamente de tratado político.
De Orwell destacó María: las dificultades que pasó en algunos momentos de su vida, causantes de la tuberculosis, que finalmente acabaría llevándole a la tumba con tan solo 46 años; su estancia en Birmania que le permitió conocer el funcionamiento del Imperio Colonial británico; su participación en la Guerra Civil española apoyando al POUM, cuyos militantes sufrieron la represión del Partido Comunista, en aquel tiempo de corte estalinista; su trabajo como periodista en diferentes medios de comunicación británicos, por el que fue conocido en vida, más que como novelista; etc.
En el turno de opiniones, coincidimos en que esta novela resulta difícil de leer al principio, sobre todo si se desconocen las referencias históricas (el Gran Hermano está inspirado en Stalin; Goldstein se corresponde con Troski; la sociedad que se describe y sus prácticas totalitarias son una extrapolación de las que se llevaron a cabo en la Unión Soviética; etc.). El interés para el lector aumenta, cuando Winston, el protagonista, entra en contacto con Julia, con la que inicia una difícil relación, porque tienen que ocultarse continuamente. Y alcanza su cénit cuando ambos son detenidos, sometidos a torturas y reinsertados en el sistema.
Para el alumnado presente (Yoana, Laura y Antonio), así como para los padres y madres (Victoriano, Toñi y Puri) y para la mayoría del profesorado, con la excepción de Antonio, la parte más aburrida de 1984 es cuando el protagonista lee la obra de Goldstein Teoría y práctica del colectivismo oligárquico.
En cuanto a los personajes, elogiamos la composición de Winston, que evoluciona desde la rebeldía y oposición al Partido y su esperanza de que los “proles” acaben sublevándose y provocando un cambio, hasta su reinserción en el sistema, después de ser sometido a terribles torturas. Por eso, porque es el último ciudadano crítico y porque, además, su lavado de cerebro es irreversible, pues ha borrado de su mente el último ápice de rebeldía, que se remonta a la infancia, Orwell quiso titularla más acertadamente, como recordó Antonio, El último hombre en Europa. Julia, en cambio, no cuestiona las enseñanzas del Partido, a no ser que afecten a su vida personal, que es lo única que le importa, pues carece de la grandeza de miras de Winston. Como resumió Pepa, representan respectivamente el sentimiento y la razón. Tanto O’Brien como Charrington se muestran al principio como buenas personas, dispuestas aparentemente a ayudar al protagonista en sus deseos de cambiar el sistema; pero después nos descubren su verdadera faz: ambos son miembros disfrazados del Partido Interior, que colaboran en la detención de aquel.
Nos detuvimos a reflexionar sobre las tres consignas del Partido:
- “La guerra es la paz”. Comentamos que, durante la primera, cualquier sacrificio se justifica: la escasez de alimentos y de productos en general, e incluso la falta de libertad. También tienen justificación los privilegios de los que la dirigen. Como se afirma en el libro de Golsdtein: la guerra “ayuda a conservar la atmósfera mental imprescindible para una sociedad jerarquizada” (…) “una paz que fuera de verdad permanente sería lo mismo que una guerra permanente”.
- “La libertad es la esclavitud” significa, según O’Obrien, que, como el ser humano es derrotado cuando está solo y es libre, necesita estar sometido, fundirse con el Partido, para ser todopoderoso e inmortal.
- “La ignorancia es la fuerza”, porque, en la medida en que las personas sean ignorantes, como los “proles”, que constituyen el 85 % de la población, no pensarán ni cuestionarán el sistema.
Estas consignas –concluimos- las han hecho suyas dictadores, como Franco o Hitler, porque aplicándolas se garantiza la conservación del poder. Incluso la amenaza de una hipotética guerra nuclear ha sido utilizada recientemente para atacar países y provocar miles de víctimas inocentes, como sucedió en Irak; o para justificar la existencia de cárceles donde se mantiene encerrados ilegalmente a personas, como Guantánamo.
Sin embargo, hay también en la novela momentos de ternura, no exentos de humor, como cuando Winston rinde su particular homenaje a los «proles» en la figura de la mujer gorda a la que ven tender la ropa todos los días: «Al mirarla, en su actitud característica, alcanzando el tendedero con sus fuertes brazos, o al agacharse sacando sus poderosas ancas, pensó Winston sorprendido que era una hermosa mujer. Nunca se le había ocurrido que el cuerpo de una mujer de cincuenta años, deformado hasta adquirir dimensiones monstruosas a causa de los partos y endurecido, embastecido por el trabajo, pudiera ser un hermoso cuerpo. Pero así era, y después de todo, ¿por qué no?»
Pocos libros de los que hemos hablado en el club de lectura han dado tanto juego como éste. Puri y Toñi llegaron a afirmar, al finalizar la sesión, que les había gustado más el debate sobre el mismo que la lectura previa. Quizá esto explique el éxito de 1984, desde que fue publicada, y que haya sido una novela más comentada que leída.
Próxima lectura, a propuesta de Pepa: Seda, de Alessandro Baricco, que cuenta una bellísima historia de amor disfrazada de libro de viajes. Son apenas 100 páginas que os harán disfrutar. Hablaremos de esta novela, el martes, 11 de marzo, a las 18 horas, en la biblioteca, como siempre.