Hubo coincidencia ayer, durante la sesión del Club de Lectura, en la enorme trascendencia de Si este un hombre, libro que Primo Levi dedicó a los campos de exterminio nazis, a raíz de su internamiento en uno de ellos, desde marzo de 1944 a enero de 1945.
En la presentación del autor, María Sanjuán hizo un resumen de su vida: perteneció a una familia judía del Piamonte italiano; se licenció en Ciencias Química, estudios que al final le facilitaron la supervivencia en Auschwitz; participó en la resistencia antifascista luchando en la guerrilla partisana; detenido y posterior deportado al campo de concentración, donde trabajó como esclavo en una planta industrial; liberado por el ejército rojo, regresó a Turín para trabajar como Químico en una fábrica; y murió en extrañas circunstancias.
Se inició en la literatura escribiendo Si esto es un hombre, como una liberación interior, como una forma de responder a la necesidad de contar lo que allí había vivido. Entre sus obras figuran igualmente: La tregua, Los hundidos y los salvados, El sistema periódico y Si ahora no, ¿cuándo?
En el turno de opiniones, Yoana y Laura se refirieron a las dificultades que habían tenido en la lectura del libro, sobre todo los pasajes reflexivos. Puri valoró muy positivamente la capacidad de Primo Levi para ser objetivo, a pesar de haber vivido la terrible experiencia de los campos de exterminio; María Madrid aludió a lo acertado del título, que es lo que más le había gustado, pues le había hecho plantearse si se puede considerar un hombre a quien trabaja en el fango, a quien no conoce la paz, a quien lucha por la mitad de un panecillo; Ana comentó que el libro le había gustado en su conjunto, en particular las reflexiones del autor, y también porque, sin contar con detalle las atrocidades que se cometieron en los campos, consigue que nos hagamos una idea de lo que allí sucedió; Carmen abundó en este mismo pensamiento; Victoriano leyó fragmentos de una entrevista con Virgilio Peña, republicano español que también sufrió la represión nazi:
“Tardamos tres días y dos noches –se refiere al viaje en tren hasta el campo-. Pasé todo ese tiempo colgado de dos dedos a una manilla para atar animales; esperando a que el tren corriera. Yo estaba cerca de la puerta y por ahí entraba un poco de aire y cuando entraba aire, sacaba la lengua y lamía los tornillos que se mojaban por la propia transpiración de las personas que estábamos allí.”
Comparamos estas palabras con las de Primo Levi y llegamos a la conclusión de que éste no es tan prolijo en los detalles al contar su experiencia, aunque su relato, si cabe, tiene más fuerza por la capacidad de sugerir lo que en aquellos trenes sucedió.
En cuanto al género literario al que pertenece Si esto es un hombre, se comentó que está más próximo a las memorias que a la autobiografía, por su carácter externo, por su menor carga de intimismo, y porque predomina en él la objetividad, como reconoce el autor cuando afirma que, al escribirlo, lo había hecho más desde el punto de vista del testigo que fue de aquellos hechos que de víctima, aunque esto no le impide preguntarse continuamente sobre los mismos, pues no entiende lo que le está pasando.
Sobre los temas, el que más llamó nuestra atención fue el de la deshumanización, cómo las víctimas acaban convirtiéndose en verdugos de las propias víctimas. Así, lo explica Primo Levi: “ofrézcase a algunos individuos en estado de esclavitud una posición privilegiada, cierta comodidad y una buena probabilidad de sobrevivir, exigiéndoles a cambio la traición a la solidaridad natural con sus compañeros, y seguro que habrá quien acepte.”
Nos planteamos si se puede considerar inmoral este comportamiento o equiparable al de los nazis y nuestra respuesta fue que se explica considerando la situación de extrema necesidad y violencia que padecieron.
También la lucha por la supervivencia y las diferentes estrategias que les permitieron a los prisioneros de los campos salir adelante:
- Negar su consentimiento para no ser convertidos en animal, para seguir vivo, para no empezar a morir, como el sargento Steinlauf, que mantenía sus costumbres diarias de asearse, aunque fuera con agua sucia; dar betún a los zapatos; andar derecho, sin arrastrar los zuecos; etc.
- Utilizar el ingenio, para engañar a los verdugos, como hizo Piero Sonnino.
- Tener o conocer una profesión que les fuera de utilidad a los nazis, como: médico, sastre, zapatero, cocineros, músico, etc.
Estas formas de sobrellevar las dificultades en un medio hostil nos recordaron a algunos de los asistentes al periodo militar, en el periodo franquista, donde de algún modo también se trataba de anular la capacidad de razonamiento de las personas, a base de gritos y órdenes con frecuencia carentes de lógica.
Y la ausencia del sentimiento de odio en el narrador, pues en ningún momento se advierte un deseo de venganza hacia los alemanes: “Por naturaleza el odio no me viene fácilmente. Lo considero un sentimiento animal y torpe, y prefiero en cambio que mis acciones y mis pensamientos, dentro de lo posible, nazcan de la razón; por ello nunca cultivé en mí mismo el odio como deseo primitivo de revancha, de sufrimiento infligido a mi enemigo real o presunto, de venganza privada”. Además, se pregunta Primo Levi que como es un sentimiento personal y sus torturadores no tenían rostro ni nombre, pues los SS eran invisibles e inaccesibles, en el caso de haberlo experimentado, hacia quién dirigirlo.
Entre los personajes, mencionamos a Null Achtzehn, que es el prisionero que más trabaja de todos y con el que nadie quiere estar; a Alberto, que es el mejor amigo de Primo Levi y el que demuestra una mayor capacidad de adaptación: “Sabe a quién necesita corromper, a quién necesita evitar, de quién se puede compadecer y a quién debe resistir”. También citamos a Elías Lindzin, para el que nada es imposible: “Sabe el oficio de sastre, el de carpintero, el de zapatero, el de barbero; escupe a distancias increíbles; canta, con voz de bajo no desagradable, canciones polacas y yiddish nunca oídas antes; puede ingerir seis, ocho, diez litros de sopa sin vomitar y sin tener diarrea, y realiza el trabajo inmediatamente después”. Y a Charles y Arturo, gracias a los cuales el narrador logra sobrevivir los últimos días de cautiverio, cuando ya los alemanes han abandonado el campo. En ese momento, tiene lugar un acontecimiento, que igualmente recordamos, un gesto humano que se produjo entre los prisioneros que señala el inicio del proceso en el que comienzan lentamente a ser hombres: “Towaroswki (un francopolaco de veintitrés años, con tifus) propuso a los otros enfermos que cada uno de ellos nos diese una rebanada de pan a los tres que trabajábamos, y su proposición fue aceptada”.
Nos preguntamos, finalmente, cómo evitar en un futuro monstruosidades semejantes a la de los campos de exterminio nazis, y con Primo Levi respondimos: “Hay que desconfiar de quien trata de convencernos con argumentos distintos a la razón, es decir, de los jefes carismáticos: hemos de ser cautos en delegar en otros nuestro juicio y nuestra voluntad. Puesto que es difícil distinguir los profetas verdaderos de los falos, es mejor sospechar de todo profeta; es mejor renunciar a la verdad revelada, por mucho que exalten su simplicidad y esplendor, aunque las hallemos cómodas porque se adquieren gratis. Es mejor conformarse con otras verdades más modestas, las que se conquistan con mucho trabajo, poco a poco y sin atajos por el estudio, la discusión y el razonamiento, verdades que pueden ser demostradas y verificadas”.
Próxima lectura: Muerte en Venecia de Tomas Mann, un escritor del que hasta ahora no habíamos leído nada en nuestro club. Hablaremos de esta magnífica novela el martes, 10 de junio, a las 18 horas, en la biblioteca, como siempre. Será la última lectura del curso. Así que animaos.
Posdata: mucha suerte a Lola.