Historia de una familia

Joyce Carol Oates, autora de Qué fue de los Mulvaney, ha declarado que su intención fue escribir sobre el complejo vínculo de una familia que está compuesta por individuos tan unidos que se definen a sí mismos por su relación entre ellos. Por esta razón, a raíz de la violación de Marianne, la familia se disgrega y se viene abajo. En la sesión que dedicamos ayer a hablar de la novela, coincidimos en la vigencia de este mensaje, porque en las familias a veces suceden hechos que no se hablan y que acaban erosionando lentamente las relaciones entre sus miembros.

En la presentación de la autora, María recordó su nacimiento en 1938 en Lockport, Nueva York; sus estudios superiores de Lengua y Literatura Inglesa en Siracusa y Wisconsin; el doctorado por la Universidad de Rice, y su trabajo en la universidad como profesora de ficción literaria, durante muchos años.

Siguiendo la corriente narrativa inaugurada por William Faulkner, comenzó escribiendo relatos (Junto a la puerta del Norte, vio la luz y Sobre un torrente arrollador), aunque ha destacado sobre todo en el género de la novela:  Un otoño tembloroso (1964),  Gente adinerada (1968), con la que consiguió el Premio Nacional de Narrativa; El tiempo pasará (1988); Agua negra (1992); Qué fue de los Mulvaney (1996); Blonde (2000) una novela sobre Marilyn Monroe, que ha sido llevada al cine recientemente; La hija del sepulturero (2008).

Joyce Carol Oates considera que Alicia en el país de las maravillas de Lewis Carroll es la obra que más le ha influido; pero también hay que citar a Henry James, Ernest Hemingway y William Faulkner, escritores a los que ha leído mucho y admira.

La crítica ha destacado la densa experiencia vital que acumulan sus personajes y el interesante análisis sociológico sobre la violencia que ejercen los hombres sobre las mujeres. Otros temas que aborda en sus obras son: la pobreza rural, el afán de poder, las tensiones de clase y el terror sobrenatural.

Su nombre se ha barajado con frecuencia para el Premio Nobel de Literatura, aunque aún no lo ha conseguido.


El turno de opiniones sobre la novela lo abrió María Jesús quien había disfrutado mucho su lectura, por el carácter cinematográfico, porque Oates sabe retratar bien la evolución de la familia Mulvaney y porque todos los personajes le habían interesado, especialmente, Corinne, aunque no entiende su actitud hacia Marianne. Esta última le parece un personaje cándido, que ni siquiera es crítica con su familia, cuando la obligan a abandonar la casa, a pesar de ser la víctima. El único personaje que le parece desdibujado es el narrador Judd. Destacó, finalmente, el acierto de la autora al combinar la vida personal de la familia con el contexto histórico.

Carmen también la había disfrutado y, en ningún momento, se le había hecho pesada, a pesar de su extensión: cerca de 800 páginas. Todos los personajes le habían agradado, excepto el padre, cuyo pasado no acabamos de conocer bien. Elogió la fusión del narrador testigo, que cuenta la mayor parte de la historia, con el narrador omnisciente. El fresco de la época que hace Oates, sobre todo en lo que tiene que ver con la América profunda, le había evocado Las uvas de la ira de John Steinbeck; la historia de los Mulvaney le había recordado los problemas aparentemente menores que surgen en las familias, que no parecen tener solución y que se acaban enquistando; y el conjunto de la novela había traído a su memoria el tema clásico del “Ubi sunt”.

A Víctor, aunque la novela le había gustado, le parece que hay capítulos, como el de la poetisa para la que trabaja Marianne, que sobran, porque no aportan nada. Tampoco encuentra justificación al final feliz, después de los problemas que tienen todos los personajes. Es como si de súbito interviniera el “Deus ex machina» de las tragedias griegas para resolver una historia que perfectamente podía haber acabado antes. Se pregunta por qué el padre actúa así y la respuesta que encuentra es por la presión social, por las repercusiones que tuvo la violación de su hija entre los ciudadanos de Mt. Ephraim.

Bela reconoció que le había costado entrar en la novela, pero que, poco a poco, le fue atrapando hasta el punto de no querer dejar la lectura. Valoró positivamente el recurso utilizado por Oates de mezclar al narrador testigo con el omnisciente, pues el primero hace más creíble la historia y el segundo le permite introducirse en los pensamientos de los personajes, que le parecen complejos y con capacidad para sorprender, aunque no entiende el comportamiento de Corinne con su hija, sobre todo después de echarla de casa, cuando esta le insiste en volver y ser perdonada por el padre. Finalmente, se refirió a la vigencia de la novela en cuanto a los problemas de muchas mujeres para denunciar la violencia que se ejerce contra ellas, a causa del sentimiento de culpa, de la presión social, del miedo a no ser creídas, y de la deficiente actuación de la justicia en muchos casos, como se ha podido comprobar en el de Nevenka y en el de la Manada.  

Paco Paños, que aún no ha terminado de leer la novela, confesó que le estaba interesando mucho la complejidad del punto de vista narrativo, cómo pasa de una voz a otra, sin que apenas lo notemos, cómo introduce el estilo indirecto libre. No le parece justificada la reacción del padre; pero sí entiende que la hija por razones religiosas no denuncie al violador. El ambiente de desconfianza que se crea es terrible, pero se explica por la época en que se desarrolla la historia. 

A María, que había propuesto la lectura, le ha gustado sobre todo el personaje de Marianne y cómo expía su culpa refugiándose en la religión. También la relación entre los hermanos y cómo vive la tragedia cada uno de ellos. El personaje del padre refleja, a su entender, el sueño americano, pues, después de ser expulsado de su casa, poco a poco llega a triunfar, tanto en la familia como en el trabajo, y a ser aceptado por la sociedad de St. Ephraim como uno de los suyos; pero, después de la violación de su hija, cuando esta misma sociedad tiene que elegir entre él, que es un recién llegado, y la familia del violador, sufre el rechazo de la misma. El padre le parece un personaje profundo por la incapacidad para entender a la hija, lo que le lleva a su autodestrucción;  pero los demás personajes no afrontan ninguno de ellos el problema que tienen, con la excepción de Patrick que acaba asumiendo la venganza.

Paco Ortiz, finalmente, intervino para destacar la evolución de la familia Mulvaney, desde la felicidad hasta la caída en desgracia. Igualmente, el peso que ejerce la religión en el desarrollo de la historia, que le permite a algunos personajes, como Marianne y Corinne, refugiarse en ella, y el hecho de desarrollarse en un pueblo pequeño, que explica el rechazo y el aislamiento de la familia.


Coincidimos en que Joyce Carol Oates sabe generar la intriga desde el principio cuando el narrador, Judd, dice que va a contar la verdad de su familia, la cual pasó de ser admirada a compadecida, aunque duela contarla:

“Durante mucho tiempo nos envidiaron, nos compadecieron. 

Durante mucho tiempo nos admiraron; luego, pensaron: «Dios mío, se lo merecen». —Demasiado directo, Judd —diría mi madre, retorciéndose las manos con inquietud. 

Pero yo creo en la verdad, aunque duela. Especialmente, si duele”.

Más adelante con sutilidad y de forma progresiva va dando a entender la violación, aunque sin nombrarla:

“Nadie sería capaz de mencionar lo que había sucedido, ni siquiera Marianne Mulvaney, a quien le había ocurrido”

“Patrick ni siquiera había pensado en preguntarle a Marianne por qué necesitaba que la fueran a recoger en coche para regresar a casa”

“¿Por qué no me dijiste nada? ¿Cómo pudiste dejar que te llevara a casa sin saber lo que sentías, lo que estabas sufriendo?”, se pregunta Patrick. 

Durante este viaje de regreso a su casa, ella se encuentra tensa, rígida, con las manos cruzadas con fuerza sobre el regazo, rezando.

Los personajes, a los que consideramos complejos, acapararon la mayor parte del debate, en especial, algunos de ellos:

Michael, el padre, era un hombre sociable y atractivo que caía bien y era respetado por ser buen tipo, aunque a raíz de la violación de Marianne, se volvió taciturno y hosco, y sus relaciones, tanto en la granja con su familia como en Mt. Ephraim con sus antiguos amigos, se deterioraron sensiblemente: “Al mismo tiempo, papá parecía no tener ilusiones, y ninguna esperanza…”. Se siente impotente por no poder hacer nada y, como dice Patrick acabó borrando a Marianne de la casa para poder borrarla de su pensamiento. El proceso de autodestrucción en el que entra, le lleva a comportarse violentamente con su mujer y con su hijo pequeño Judd: “Incluso tenía un moretón pálido en la parte inferior de la mandíbula, y se me pasó por la cabeza, como un tiro: Se lo ha hecho papá”. Sin embargo, se muestra defensor y protector de los derechos de la mujer: “Si alguien trata a una chica o una mujer con rudeza delante de vosotros… vosotros debéis protegerla. Si ello significa ir contra vuestros amigos, al diablo vuestros amigos, ¿lo entendéis?”. 

Corinne, la madre, es una mujer segura de sí misma, alegre y extrovertida. Se jactaba de ser capaz de leer el rostro de su marido e hijos; pero no se enteró de lo que le había sucedido a Marianne hasta que esta se lo contó. El comportamiento que tiene con ella, al obligarla a marcharse de casa, sólo tiene como explicación el amor que sentía hacia su marido que no podía soportar la presencia de su hija. 

Marianne, la hija, tiene un carácter dulce, inocente y bondadoso: “era la muñequita de todos”. Muy sociable y valorada por sus amigas. En casa la llaman cariñosamente Botón por lo mona que era. Es muy religiosa y no sabe mentir. Esto explica su negativa a denunciar a Zachary pues ella estaba bebida, en el momento de la violación, y no tenía certeza de nada. Únicamente encuentra consuelo en la religión: “De la oscuridad vine. A la oscuridad puedo volver”, se repetía a sí misma. La obligan a irse de casa, porque el padre desesperado no ha conseguido que se haga justicia y no puede soportar su presencia. 

Patrick, el hermano mediano, es tímido, pero inteligente y vivo de genio, tanto que era capaz de ver lo que no era visible. Le gustaba estar solo y observar las estrellas por un telescopio que él mismo había montado. Se considera a sí mismo científico experimental, biólogo. Sus héroes son Galileo, Newton, Los Curie, Einstein. Por eso, tiene una mente racional, que contrasta con la religiosidad de su madre. Era el más lector de la familia y apenas tenía relación con sus compañeros de clase, a los que en privado despreciaba por su ordinariez al hablar y por su desmedida afición a los deportes. A pesar de estos rasgos de su carácter, asume el papel de justiciero por la violación de su hermana.

En cuanto los temas, además de los que se han mencionado hasta ahora, comentamos los siguientes:

Los Mulvaney representan el llamado sueño americano: “Mira alrededor, todo el mundo se casa joven, también hay un auge económico, todo el mundo está observando sobrecogido”. Pero respetan los respetan, mientras son triunfadores, porque, después de la violación de Marianne, dejaron de hacerlo, les volvieron la espalda en el pueblo donde vivían.

La familia se comunica a través de los animales, código que hay que respetar respondiendo de la misma manera:

“Papá tenía la costumbre de hablar a algunos de sus hijos a través del gato Muffin:

-Muffin, hay una cosa que no entiendo y quizá tú puedas aclarármelo. ¿Por qué después de habértelo pedido, hace cinco días, el neumático del maldito John Deere todavía está deshinchado?

El objetivo de este comentario solía ser Mike, quien tenía tendencia a descuidar sus tareas. Entonces Mike decía a Muffin, con una sonrisa:

-Muffin, explícale a papá que voy un poco atrasado, todavía estoy limpiando esos malditos establos. Dile que lo siento, ¡señor!”

Marianne rompió este código familiar con su madre, después de haber sido violada, como si expresara así su queja por no haber recibido ayuda. 

También comentamos, aunque una vez finalizada la sesión, el tema de la justicia, ya que el padre intentó que se hiciera justicia legal sin conseguirlo y, después, Patrick planeó la venganza por su cuenta contra el violador: “No podría seguir con mi vida. Mi vida normal. Hasta que se haga justicia. Hasta que nuestro enemigo haya sido castigado”.

Finalmente nos detuvimos en los símbolos:

Las puertas abiertas en la granja simbolizan que la familia es feliz; pero, a raíz de la violación de Marianne, empiezan a cerrarse: “Mariannne últimamente no había ido a clase y, al menos cuando yo me encontraba en casa, parecía esconderse en su habitación con la puerta cerrada”.

Las antigüedades que colecciona Corinne anuncian, como sus relojes antiguos que dejan de funcionar, la decadencia de la propia familia, que se inicia con la expulsión de la hija y la marcha posterior de los tres hijos, y culmina con la separación matrimonial.

El zoo de animales maltratados o enfermos representa también a la descompuesta familia Mulvaney y a sus diferentes miembros, particularmente a Marianne que reconoce en las manos de Whittaker, cuando se posan en su hombro, un cariño y una comprensión que no había recibido hasta ese momento.

Próxima lectura: Plata quemada de Ricardo Piglia, novela de la que hablaremos el 10 de noviembre, jueves, a las 17 horas, en el Albergue Juvenil.

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