La fascinación del narrador por el personaje

Fue José Ángel quien empleó esta expresión para definir lo que sucede en la novela corta, Bartleby, el escribiente, de la que hablamos el miércoles pasado en el Club de Lectura del IES Gran Capitán. Se refería a que el jefe del escribiente, que actúa como narrador, siente hacia éste una especie de atracción irresistible, probablemente a causa de la fórmula que utiliza para negarse a trabajar, “Prefería no hacerlo”, con el verbo en condicional que presenta la acción como una posibilidad.

María se encargó de presentar al autor, Herman Melville, que nació en Nueva York en 1819 y tuvo una vida bastante complicada. Cuando tenía trece años, su padre murió probablemente suicidándose, lo cual le obligó a trabajar en los más variados oficios (chico de recado, marinero, copista, etc.), donde después se inspirará para escribir sus novelas. No pudo ir a la universidad por motivos económicos. Esta situación laboral irregular se mantuvo durante toda su vida, salvo en los periodos donde pudo dedicarse a su pasión, que era la escritura. Tuvo problemas con el consumo excesivo de alcohol y 1967 fue para él un año funesto: su mujer, Elizabeth Shaw, se divorció de él acusándolo de loco, y su hijo mayor, Malcolm, se suicidó.

Publicó sus primeras novelas pronto y se hizo famoso, pero luego su éxito decayó, de acuerdo con los gustos del público, lo que hizo que sus obras estuvieran en un olvido relativo, hasta principios del siglo XX, en que se revalorizó su obra, influyendo en los escritores de este periodo. Por eso, su muerte, el 28 de septiembre de 1891, pasó prácticamente desapercibida. 

Su obra maestra, Moby Dick (1851) es una novela de aventuras que cuenta la travesía del barco ballenero Pequod, dirigido por el capitán Ahab, en persecución de una gran ballena blanca. Pero está llena de reflexiones éticas y filosóficas, sobre todo de este capitán, en conflicto continuo con la ballena que le había mutilado y a la que persigue obsesivamente por los mares, con intención de darle caza, sin importarle cuántas vidas cueste.

Herman Melville pertenece al romanticismo oscuro, que se caracteriza por su visión pesimista de la condición humana y por atribuir a la naturaleza verdades oscuras y misteriosas a las que el hombre se enfrenta por su cuenta y riesgo. Surge como reacción al trascendentalismo, otra rama del romanticismo que cree en la bondad innata del hombre y la naturaleza. A este mismo movimiento pertenece Edgar Allan Poe, cuyos personajes literarios tienden a la perversión, al fracaso y a la autodestrucción, como Bartleby o el capitán Ahab. 

En el turno de opiniones, Miguel comentó que Melville había creado esta pequeña novela, durante una crisis de inspiración, en la primavera de 1951, cuando estaba escribiendo Moby Dick, y que el auténtico protagonista es el narrador, porque de Bartleby no sabemos prácticamente nada. ¿”Es un mono?, ¿un muro?” se preguntó con ironía. 

Miguel Ángel la considera un obra experimental y transgresora, sujeta a múltiples interpretaciones, porque el protagonista es extremo. Añadió que le había desconcertado la reacción del narrador, ante la negativa a trabajar de su empleado.

Abraham reconoció la concomitancia con Poe, al que probablemente conociera Melville, pues la estructura de Bartleby, el escribiente es similar a los relatos de éste. Su protagonista depresivo y pesimista refleja la actitud del propio autor ante su fracaso como escritor profesional. De hecho, la obra se presenta como una confesión que comienza camuflada de una anécdota digna de ser recogida en los anales literarios. Así es como Melville comenzó su carrera literaria, mediante el relato oral de hechos curiosos relacionados con su experiencia de ballenero.

José Ángel reveló que era la segunda vez que leía esta novela corta y le había vuelto a desconcertar, porque no acababa de entender y captar la tesis que defiende su autor. En su opinión, no tiene un componente revolucionario sino existencial

A Lola no le había interesado especialmente la lectura. Considera que está escrita en un estilo  limpio y pulcro, aunque con una adjetivación excesiva. La forma y el fondo le parecen la misma cosa, como si existiera una simbiosis entre ambos.  Le habían llamado la atención algunos aspectos: las ya citadas  concomitancias con Edgar Allan Poe, la actitud fraternal del jefe y el sentido del humor del que hace gala Melville.

A Víctor, que también había releído el libro, le produce extrañeza la fama que ha adquirido, aunque la atribuye al personaje de Bartleby, que tiene un comportamiento extraño y aparentemente absurdo.

María comentó que la obra, aunque tiene aspectos curiosos, no le ha gustado demasiado. Bartleby, que se encuentra entre el teatro del absurdo y el existencialismo de Sartre, y en cualquier caso muy cerca de los personajes de las novelas de Kafka, ejerce un dominio psicológico sobre los demás personajes.

En el debate propiamente dicho, hablamos de las posibles interpretaciones de Bartleby, el escribiente:

  • Crítica del aislamiento deshumanizador a que nos aboca el trabajo moderno, lo cual se vería avalado por el subtítulo de la obra en la edición inglesa: “una historia de Wall Street”, que es la calle donde está la bolsa de Nueva York, es decir, donde está situado todo el mundo financiero.
  • Un ejercicio de libertad, pues Bartleby, de alguna manera, evita un destino determinista, arbitrario y designado desde el exterior.
  • La personificación del ánimo depresivo que acompañó al propio Herman Melville, al ver fracasar uno tras otro sus intentos de ganarse la vida como escritor (sus novelas como “cartas muertas”).

De los temas, que aparecen en el relato, se comentaron los siguientes:

  • La inacción, representada por Bartleby, contrasta con el mundo del éxito, el productivismo y la riqueza, que simboliza la ciudad de Nueva York; pero en la oficina ninguno es capaz de realizar una función más allá de su labor de copia, ninguno es capaz de proponer una acción propia.
  • La incomunicación es absoluta entre Bartleby y sus compañeros de trabajo, pues cada uno se preocupa por su situación personal;  pero sobre todo la padece el primero. Dice sobre él el narrador, al comprobar un domingo que vive en la oficina, completamente solo: “¡Qué miserables orfandades, miserias, soledades, quedan reveladas aquí! Su pobreza es grande, pero su soledad ¡qué terrible!». Y más adelante, cuando su empleado decide no hacer nada en la oficina, añade: “Pero parecía solo, absolutamente solo en el universo. Algo como un despojo en mitad del Océano Atlántico”.

Esta soledad se agrava, si consideramos el muro de ladrillo que se ve a través de la ventana junto a la que trabaja: “por largo rato se quedaba mirando el ciego muro de ladrillos”.

  • La fraternidad, pues el jefe de Bartleby siente hacia él compasión y solidaridad: ”Por primera vez en mi vida una impresión de abrumadora y punzante melancolía se apoderó de mí. Antes, nunca había experimentado más que ligeras tristezas, no desagradables. Ahora el lazo de una común humanidad me arrastraba al abatimiento…”.
  • La alienación del trabajo en la oficina, pues las tareas que realizan los empleados son mecánicas y repetitivas; se limitan a copiar textos, como si fueran máquinas de repetición: “escribía silenciosa, pálida, mecánicamente”, se dice de Bartleby. Además, estos textos no parecen tener destinatarios. 
  • Las cartas muertas, según el rumor del que se hace eco el narrador, no han llegado a su destinatario o carecen de él, y por eso están condenadas a las llamas. Dice al respecto, considerando que el protagonista es un hombre propenso a la desesperanza: “¿Qué ejercicio puede aumentar esa desesperanza como el de manejar continuamente esas cartas muertas y clasificarlas para las llamas?”. Si a esto le unimos su trabajo mecánico repetitivo de copista, quizá podamos entender su actitud de inacción, primero, ante el trabajo, y después ante la propia vida, cuando se deja morir. 

En cuanto a los personajes, nos detuvimos particularmente en dos:

Bartleby, del cual nada sabemos sobre su origen y antecedentes. No es ambicioso, ni apasionado y carece de familia y amistades. Es tranquilo, discreto, reservado y silencioso, pero con un aire de tristeza. Evoluciona de ser un empleado ejemplar, incluso excesivamente entregado a su trabajo, a optar por la inacción y negarse a trabajar, con lo cual acaba comportándose como un antisistema, al que no le importa nada el dinero.

Se dice de él: 

“Reveo esa figura: ¡pálidamente pulcra, lamentablemente decente, incurablemente desolada!”. Parece más espiritual que material.

“Trabajaba día y noche, copiando, a la luz del día y a la luz de las velas. Yo, encantado con su aplicación, me hubiera encantado aún más si él hubiera sido un trabajador alegre. Pero escribía silenciosa, pálida, mecánicamente.”

“Yo podía dar una limosna a su cuerpo; pero su cuerpo no le dolía; tenía el alma enferma , y yo no podía llegar a su alma”.

Y el jefe que, además de narrador de la historia, es el jefe de Bartleby, al que tiene empleado como escribiente en su despacho. Se muestra prudente, metódico y paternal, hasta el extremo de causar desconcierto en los lectores. Carece de ambición. Duda entre la simpatía hacia su empleado y la desesperación que le produce su desobediencia. No despide a Bartleby, porque éste no muestra el menor enojo o incomodidad hacia él, cuando le dice ”Preferiría no hacerlo”.

Abraham lo ve “Incapaz de aplicar el más mínimo acto sádico, por justo, necesario o conveniente que sea. Incapaz de una comprensión auténtica de la psicología humana. Alguien que, en definitiva, no vale para lo que hace, dirigir, escribir”.

Coincidimos en que Bartleby, el escribiente es un antecedente del existencialismo, pues el propio Albert Camus reconoce la influencia en su obra, donde aparecen personajes, como Meursault, el cual siente una apatía e indiferencia con respecto a la realidad, que recuerda al protagonista del relato de Melville. Igualmente, anticipa a los personajes de las novelas de Kafka, cuyo origen ignoramos, y son como antihéroes, acosados no se sabe muy bien por quién, y a los que se acaba destruyendo.

Finalmente, mencionamos el sentido del humor de Melville, cercano al absurdo, que nos llega, por ejemplo, a través de los personajes secundarios, en especial los dos compañeros de trabajo de Bartleby, que son contrapuestos en su disposición al trabajo y en su carácter: Turkey es eficaz y amable, hasta las 12 de la mañana, hora a partir de la cual se muestra inseguro e irascible; en cambio, a Nippers le sucede justo lo contrario, pues su carácter y su capacidad de trabajo cambian a mejor, a medida que avanza el día.

Próxima lectura, a propuesta de Miguel: Metrópolis de Phillips Kerr, novela de la que hablaremos el 15 de enero de 2020, miércoles, a la 17:30, en la biblioteca del centro.

El éxodo, una constante en la historia de la humanidad

Si en algo coincidimos, el pasado miércoles, en la sesión del club de lectura dedicada a Las uvas de la ira, es que la historia de la familia Joad, que se ve obligada a emigrar al oeste de Estados Unidos, en busca de una vida mejor (“Tal vez podamos volver a empezar en la nueva tierra rica, California, donde crece la fruta. Volveremos a empezar”) se ha repetido muchas veces en la historia de la humanidad, lo cual confiere un valor universal a esta  novela de John Steinbeck.

Miguel, en la presentación del autor, se refirió a su nacimiento, en 1902, precisamente en Salinas, una pequeña población rural de California, en el seno de una familia, cuyos antepasados llegaron a Estados Unidos, procedentes de Europa, atraídos por las posibilidades que les ofrecía este país para mejorar sus posibilidades económicas y sociales. Pronto se convirtió en un ávido lector por influencia de su madre, que había sido maestra de soltera, y surgió en él la necesidad de escribir, lo cual le impidió seguir los estudios con normalidad. 

Llegó a admitir que sólo escribía sin trabas ni complejos cuando los personajes eran de baja condición social, como los chicanos de Tortilla Flat (1935), novela con la que alcanza su primer éxito literario y de público. A esta le siguieron: En dudosa batalla (1936), donde retrata la organización de una huelga de recolectores de algodón; De ratones y hombres (1937), sobre los trabajadores temporeros que se afanan por conseguir una tierra de su propiedad;  y Las uvas de la ira (1939), que surge después de haber publicado una serie de artículos sobre los campos de trabajo, y donde Steinbeck demuestra, a través del éxodo de la familia Joad hacia California, donde sólo encuentran la miseria y la explotación, que el mito de la tierra de promisión americana es sólo leyenda, es decir, oculta una realidad que poco tiene que ver con lo imaginado. Tanto esta novela como Al este de del Edén (1952), que trata sobre un retrasado el cual inocentemente provoca una serie de catástrofes en un rancho, fueron llevadas al cine. 

Un libro curioso que citó Miguel es Viajes con Charley. En busca de América (1962), donde, como el título indica, cuenta un viaje de redescubrimiento de los Estados Unidos, desde la costa este a la oeste, atravesando varios estados junto a su perro Charlie, en una camioneta, que bautizó con el nombre cervantino de Rocinante.

Steinbeck, a pesar de no ser bien valorado por parte de la crítica, que lo acusó de cierto sentimentalismo didáctico o de novelista proletario, consigue el Premio Nobel de Literatura en 1962, por su «escritura realista e imaginativa, combinando el humor simpático y la aguda percepción social». Seis años después fallece en Nueva York.

En el turno de opiniones, Víctor confesó que es uno de los libros que más le ha impactado en mucho tiempo. Lo leyó hace dos veranos y tanto le gustó que lo recomendó a varias personas. Piensa en lo arriesgado que sería en aquella época escribir una novela con tanta carga de crítica social y la repercusión que tendría en su momento. Leyendo sus páginas no pudo evitar pensar en los males que perduran de este capitalismo salvaje y cruel. 

Enrique comentó que había visto hace tiempo la película de John Fort y que el libro de Steinbeck le parece de digestión difícil. Describe el sistema capitalista americano, en estado puro, sin tomar partido ni a favor ni en contra. El pesimismo, que lo atraviesa de principio a fin, le había generado una angustia, que no es lo que él busca normalmente en la lectura.

Miguel estableció un paralelismo con las grandes novelas rusas de Tolstoy y Doctoyevski, pues del mismo modo que estas narran las miserias de su país, Las uvas de la ira cuenta la historia de los pobres de Estados Unidos, de los desheredados; pero es también la novela de una desintegración familiar, pues, como sugiere el título, las uvas se van perdiendo poco a poco. En su opinión, sí hay una crítica al capitalismo, porque Steinbeck está a favor de los que sufren las consecuencias de este sistema. Así, por ejemplo, califica de monstruos a los responsables de las expropiaciones: “Si un banco o una compañía financiera era el dueño de las tierras, el enviado decía: el Banco o la Compañía necesita, quiere, insiste, debe decidir, como si fuera un monstruo, con capacidad para pensar y sentir, que le hubiera atrapado”. 

José Ángel manifestó que, al tratarse de una novela de tesis, Steinbeck subordina la forma al contenido. La calificó de épica, porque narra en un tono laudatorio el éxodo, lleno de penalidades, de la familia Joad, representativa de muchas otras familias. Los personajes son quijotescos, porque imaginan algo que luego no se cumple, y algunos de ellos tienen un claro carácter simbólico, como Jim Casey, al que se podría identificar con Jesucristo, porque no sólo se sacrifica por los demás, sino que además les sirve de ejemplo.

A Mari Carmen le había gustado muchísimo, aunque recomienda no leerla antes de dormir. El capítulo 14, donde se habla de la esencia del hombre y de la necesaria unidad de los que sufren, lo había leído varias veces; “Levantar un muro, construir una casa, una presa y dejar en el muro, la casa y la presa algo de la esencia misma del hombre y tomar para esta esencia algo del muro, la casa, la presa (…) Dos hombres no están solos ni tan perplejos como puede estarlo uno. Y de este primer nosotros surge algo aún más peligroso: Tengo un poco de comida, pero yo no tengo ninguna. Si de este problema el resultado es nosotros tenemos algo de comida, entonces el proceso está en marcha, el movimiento sigue una dirección”. Lo único que no le había convencido es el final un tanto inverosímil, por su exceso de humanidad.

Miguel Ángel coincidió en que Las uvas de la ira es una gran novela y, como tal, compleja. Entre sus muchos valores, destacó la capacidad de Steinbeck para acercarnos a la psicología de los personajes; la viveza de los diálogos; y la carga simbólica, que culmina en el extraordinario final donde consolida lo que ha venido diciendo, a lo largo del libro, sobre la fuerza de la vida.

Inés reconoció que, aunque le faltaban por leer las últimas páginas, la novela le había encantado, particularmente el simbolismo de la tortuga que, a pesar de soportar el asedio de las hormigas y el atropello de un camión, consigue darse la vuelta y seguir en la dirección que se ha trazado, con el mismo tesón y capacidad de supervivencia que demuestra la familia Joad en su marcha hacia California. Ve una clara crítica del capitalismo, por ejemplo, cuando los granjeros ricos tiran la fruta para mantener los precios, en lugar de dársela a los emigrantes hambrientos. Y en este sentido le parece más un documento antropológico que una novela.

En el debate, comentamos el título, Las uvas de la ira, al que se hace referencia en diferentes pasajes: 

  • “La ira de un momento, mil imágenes, eso somos nosotros. Somos esta tierra roja; y somos los años de inundación, y los de polvo y los de sequía”. Este es el sentimiento que predomina entre los emigrantes, que van a recoger uvas, naranjas  y melocotones a California.
  • “Y en los ojos de los hambrientos hay una ira creciente. En las almas de las personas las uvas de la ira se están llenando y se vuelven pesadas, cogiendo peso, listas para la vendimia”. Se da a entender que la cólera surge como consecuencia del hambre, de la falta de trabajo, de los escasos salarios, etc.

El desarrollo de la historia no es cronológico, sino que se producen continuos saltos temporales. Por ejemplo, en el capítulo V hay una analepsis para explicarnos por qué la familia de Tom Joad ha abandonado la casa y las tierras. Además, se van alternando los capítulos relativos a esta familia con otros donde se habla en general de la emigración o donde se reflexiona acerca de los hechos narrados

Sobre el final de la novela, hubo opiniones diferentes, aunque predominó la de aquellos que lo consideramos como la culminación de la solidaridad que demuestran los oprimidos con sus semejantes. Además, el gesto de Rose of Sharon con el hombre hambriento, inducida por su Madre, se cuenta de forma muy sutil:  

“Luego levantó su cuerpo y se ciñó el edredón. Caminó despacio hacia el rincón y contempló el rostro gastado, y los ojos abiertos y asustados. Entonces, lentamente, se acostó a su lado. Él meneó la cabeza con lentitud a un lado y a otro. Rose of Sharon aflojó un lado de la manta y descubrió el pecho.

-Tienes que hacerlo- dijo. Se acercó más a él y atrajo la cabeza hacia sí- Toma -dijo-. Así -su mano le sujetó la cabeza por detrás. Sus dedos se movieron con delicadeza entre el pelo del hombre. Ella levantó la vista y miró a través del granero, y sus labios se juntaron y dibujaron una sonrisa misteriosa”. 

Entre los muchos temas que plantea la obra, reflexionamos sobre los siguientes:

  • El éxodo migratorio, en busca de una vida mejor, se produce por una mezcla de tres razones: las consecuencias del Gran Depresión, las tormentas de polvo que destruyen las tierras de cultivo, y la voracidad de los bancos que expropian a las familias: “Tal vez podamos volver a empezar en la nueva tierra rica, California, donde crece la fruta. Volveremos a empezar”. Leyendo estas palabras es inevitable pensar en el episodio bíblico de la Tierra Prometida.
  • La devastación laboral se refleja en los sueldos escasos que les pagan a los que cogen la fruta y, sobre todo, en cómo los propietarios de las fincas bajan estos sueldos, en cuanto hay más oferta de mano de obra, lo cual ellos mismos han provocado, repartiendo panfletos por todo el país. Además, si se ponen en huelga, contratan a nuevos trabajadores a los que empiezan pagando un sueldo más o menos digno, pero, luego, al cabo de poco tiempo, se lo bajan de nuevo.
  • La crítica al sistema capitalista, aunque no todos los asistentes coincidimos en ella, se reconoce en diferentes pasajes de la novela, como los que ya se han mencionado, donde se habla despectivamente de los bancos o se pone de manifiesto la insensibilidad de los grandes empresarios agrícolas, que se guían exclusivamente por su propio interés.
  • La mecanización aparece representada sobre todo por el tractor, que sustituye la mano de obra en el campo, llevando la muerte: “Cuando un caballo acaba su trabajo y se retira al granero, queda allí energía y vitalidad, aliento y calor, y los cascos se mueven entre la paja, las mandíbulas se cierran masticando el heno y los oídos y los ojos están vivos. En el granero flota la vida, la pasión y el aroma de la vida. Pero cuando el motor de un tractor se paga, se queda tan muerto como el mineral del que está hecho. El calor le abandona igual que el calor del vida abandona a un cadáver”.
  • La unión con la naturaleza y el arraigo en la tierra también están presentes: “Ustedes no compran tan solo trastos viejos sino vidas arruinadas… ¿Cómo podremos vivir sin nuestras vidas? ¿Cómo sabremos que somos nosotros sin nuestro pasado?”.
  • Y la importancia progresiva de la mujer, que comienza subordinada al hombre, pero poco a poco, va haciéndose con el control de la familia, como por ejemplo, el personaje de la Madre, que demuestra una gran entereza. Así, se refiere a ella el Padre, con resignación, cuando comprueba que su mujer está tomando decisiones, antes tomadas por él: “¡Curioso! Una mujer diciendo haremos esto, iremos allá. Y ni siquiera me importa”.

En cuanto a los personajes, tal y como dijo Miguel, son tres los que desempeñan un papel capital en la novela:

  • Tom Joad 

Estuvo en la cárcel cuatro años por homicidio y esta estancia le ha convertido en un hombre pragmático, virtud que beneficia a su familia: “Tienes que pensar en el día que estás, luego en el día siguiente, en el partido del sábado. Es lo que hay que hacer. Los que llevan allí mucho tiempo hacen eso”, le dice a su madre, cuando esta le manifiesta sus dudas sobre California. Además, Tom adquiere progresivamente conciencia social, siguiendo el ejemplo de Casy.

  • Jim Casy

Un predicador, que ha perdido la vocación y que ejerce como un auténtico líder entre los emigrantes por su solidaridad y sentido de la justicia: “Observa la mirada de sus ojos -dijo Madre-. Parece un iluminado. Tiene esa mirada que llaman éxtasis”. También, por su palabras en favor de la unidad de los oprimidos, para hacer frente a la explotación y la marginación que sufren.  

  • La madre

Tiene un “hablar tranquilo, lento y calmoso”, que la convierte en pieza clave para la familia. Es la que más defiende a esta, incluso recurriendo a la fuerza para que no se separe. Aporta la sensatez y se comporta con sabiduría: “un hombre se puede preocupar y preocupar hasta consumirse y al poco se echará y se dejará morir con el corazón seco. Pero si lo coges, le haces enfurecerse, entonces se pondrá bien”.

También hablamos de los símbolos. Aparte de los ya mencionados de la tortuga y el personaje de Jim Casy, aparecen los hombres acuclillados, postura que adoptan cuando deliberan: 

“Junto a la oficina los hombres seguían acuclillados y hablando y la aguda música les llegaba.

Padre dijo:

-Se aproxima un cambio. No sé qué es. Quizá no vivamos para verlo. Pero está viniendo. hay un sentimiento de inquietud. Uno no puede pensar de lo nervioso que está…”.

La posición, cercana a la tierra, a la que se sienten arraigados, puede reflejar y simbolizar, aunque en esta interpretación no hubo unanimidad, su situación en la sociedad, la de los que están abajo, pasando necesidades.

Asimismo, los campamentos del gobierno no sólo son unos lugares más humanos para vivir, frente a los otros campamentos, donde entraba la policía sin avisar para reprimir a los supuestos agitadores, sino que además representan un tipo de sociedad más justa, donde los conflictos los arregla la propia gente, trabajando  unida. 

Finalmente, comentamos el estilo, caracterizado por la desnudez y claridad en la prosa, la vivacidad de los diálogos y la brillantez de las descripciones, como esta de la casa de desguace, donde la situación de abandono y deterioro parece representar a los propios emigrantes avanzando penosamente por la carretera que les conduce a la “tierra prometida”:

“El camión se acercó al área de la estación de servicio; a la derecha de la carretera había un almacén de chatarra, un solar de un acre rodeado por una cerca alta de alambre espinoso, un cobertizo de hierro galvanizado delante, con neumáticos usados amontonados al lado de las puertas y con el precio puesto. Tras el cobertizo había una pequeña chabola construida a base de retales, trozos de madera y pedazos de lata. Las ventanas eran parabrisas empotrados en las paredes. En el solar cubierto de hierba yacían las ruinas, coches con el morro retorcido y metido hacia adentro, coches heridos yaciendo de lado y sin ruedas. Motores oxidándose en el suelo y apoyados en el cobertizo. Un enorme montón de chatarra, guardabarros y laterales de camiones, ruedas y ejes; por encima de todo ello un aire de decadencia, de moho y óxido; hierro retorcido, motores medio destripados, una masa de despojos”.

Próxima lectura: Bartleby, el escribiente de Herman Melville, una novela corta de la que hablaremos el 20 de noviembre, miércoles, a las 17:30, en la biblioteca del centro.

Guion de Las uvas de la ira

Guion para el debate

(Sesión del 6 de noviembre de 2019, a las 18 horas, en la Biblioteca)

  1. Presentación del autor en su época
  2. Opinión breve sobre la novela
  3. Título: Las uvas de la ira
  4. Punto de vista narrativo
  5. Género: ¿novela política?
  6. Tiempo histórico
  7. Espacios
    • Estructura
    • Externa
  8. Interna: ¿cómo se desarrolla la historia?, ¿cómo valoramos el final?
  9. Intriga
  10. Temas
    • Los éxodos migratorios: ¿por qué se producen?, ¿qué supone de pérdida el abandono de los hogares?, ¿existe la solidaridad entre las familias migrantes?
    • La devastación laboral
    • Crítica al sistema capitalista
    • La lucha de clases 
    • La conciencia social
    • La mecanización
    • La robotización
    • El negocio de los coches de segunda mano
    • La unión con la naturaleza y el arraigo en la tierra
    • La importancia de la mujer
    • La solidaridad y la unidad
    • La incomprensión/insolidaridad 
    • La familia
    • La corrupción de la policía
    • Los campamentos del gobierno 
    • La narración oral
  11. Personajes
    • Tom Joad 
    • Tom Joad padre
    • Jim Casy
    • La madre
    • Los propietarios y sus representantes
    • El abuelo
    • Muley
    • Noah
    • Al
    • Connie
    • Tío John
    • Los Wilson
    • Thomas
  12. Simbolismo
    • Estar acuclillados
    • Los campamentos del gobierno
  13. Estilo
    • Características
    • El arte de la descripción
  14. Próxima lectura

La moral de supervivencia

La protagonista de La romana, representa la moral de supervivencia. Así lo ha declarado Alberto Moravia en numerosas ocasiones y así lo consideramos nosotros, en la sesión del club de lectura que dedicamos a esta novela, porque Adriana sobrevive en un mundo que le es hostil y no juzga ni condena a los personajes con los que tiene relación, incluidos el policía torturador, Astarita, que la ama locamente, y el pérfido asesino, Sonzogno, que la considera como un objeto de su propiedad.

En la presentación del autor, Enrique mencionó: su nacimiento, en 1907, en el seno de una familia burguesa adinerada e indiferente al tema religioso; su condición de ávido lector, a pesar de no haber cursado estudios regulares; su inicio en la escritura, desde muy joven, mientras se recuperaba de una tuberculosis; su colaboración en revistas y periódicos; su independencia ideológica, así como su compromiso antifascista; y sus tres matrimonios: con Elsa Morante, Dacia Maraini y Carmen Llera. 

Entre sus novelas, escritas en un estilo austero y realista, y donde aparecen temas recurrentes, como el sexo, la alienación y el existencialismo, citó: La romana (1947), El amor conyugal (1949), El conformista (1951), El desprecio (1954), El aburrimiento (1960), El paraíso (1970) y El hombre que mira (1985). 

Algunas de estas estas novelas fueron proscritas por la dictadura fascista, incluidas en la lista de libros prohibidos por la curia vaticana y secuestradas en el periodo democrático por un fiscal conservador, a principios de los años ochenta. ¡Extraño honor el de Alberto Moravia!

En el turno de opiniones breves sobre La romana, María manifestó que le había encantado la manera sencilla con la que escribe Moravia; el trasfondo social que hay detrás de todos los personajes; y el grado de introspección de su protagonista, Adriana, quien, aunque carece de estudios, capta muy bien la psicología humana.

Benito dijo que había llegado a este autor por las adaptaciones cinematográficas de sus obras. Destacó igualmente: su capacidad para tratar temas trascendentes, mediante un lenguaje sencillo y directo; la presentación y desarrollo de los personajes sin juzgarlos; y el final, propio de la novela negra, pues en él se cierran todas las puertas que se han ido abriendo. Finalmente, comentó que, aunque la voz narradora corresponde a una mujer, se reconoce al hombre Alberto Moravia en algunos pasajes, como por ejemplo en la descripción de los cuerpos masculinos. 

Miguel nos reveló que había leído la novela hace muchos años, en su época universitaria, y que, en esta relectura, le había gustado más la primera parte, el proceso de Adriana hasta llegar a la prostitución, que la segunda, donde aparecen otros personajes. En su opinión, la protagonista no es una prostituta, sino una mujer que decide vivir su vida como quiere. Finalmente, se refirió a que algunas frases lapidarias y reflexiones profundas entran en contradicción con la escasa formación de este personaje.

Enrique comentó que Alberto Moravia, en esta y en otras novelas, le da el mismo tratamiento a las mujeres que Juan Valera, pues las presenta siempre como salvadoras, con más conocimientos y cualidades superiores a los personajes masculinos. En su opinión, Adriana es cínica y se pregunta y nos pregunta a los lectores si es una puta por vicio. Su defensa de la solidaridad se contradice con el ejercicio de la prostitución, que implica violencia del hombre sobre la mujer. 

A Víctor, finalmente, no le había gustado tanto La romana, principalmente, por dos razones: porque la protagonista no conecta con ningún personaje ni él, como lector, tampoco; y, desde el punto de vista formal, por la reiteración de algunas expresiones, por ejemplo, cuando se describe a sí misma.

En el debate, mencionamos  los siguientes aspectos: el contexto histórico donde se desarrolla la historia, la Roma de Mussolini, y en concreto, durante la Guerra de Etiopía, en 1935; el significado del título, relacionado con la moral de  supervivencia, que caracteriza al espíritu romano; el punto de vista narrativo de Adriana, que cuenta su vida desde que tenía 17 años;  y la estructura dual, con alternancia de la narración y la reflexión, como en las novelas picarescas del Siglo de Oro Español.

Nos detuvimos especialmente en algunos temas:

  • El relativismo moral

Porque para la protagonista, así como para Alberto Moravia, no hay culpables ni inocentes: “Sabía en el fondo que nadie era culpable; y que todo era como debía ser, por más que todo fuese insoportable, y que, si se quería en verdad que hubiera culpa o inocencia, entonces todos eran inocentes y culpables al mismo tiempo”.

En efecto, Adriana no juzga a ninguno de sus amantes, ni siquiera al asesino Sonzogno, como tampoco, emite juicio alguno sobre sí misma, porque está convencida de que debe aceptarse como es, aunque eso vaya contra la moral tradicional.  

  • La prostitución

La protagonista toma la decisión de dedicarse libremente a la prostitución: “Me miré desnuda en el espejo y entonces, por vez primera, comprendí a mi madre cuando con orgullo decía al pintor: «Mire qué pecho… qué piernas… qué caderas». Pensé en Astarita, a quien el deseo de aquel pecho, de aquellas piernas, de aquellas caderas, hacía cambiar de carácter, de modales y hasta de voz, y me dije que sin duda encontraría a otros hombres que por gozar de mi cuerpo me darían tanto y quizá más dinero que él.”

Y no sólo eso sino que llega a declarar que no le disgusta ejercerla y reconoce un “sentimiento fuerte de complicidad y de sensualidad”, al recibir el pago por su servicio sexual. Sólamente se arrepiente de ser prostituta cuando se enamora de Jacobo y piensa que él la desprecia por eso.

Comentamos que esta concepción libre y positiva de la prostitución contrasta con la condena de que es objeto hoy día, porque se la considera como una humillación para las mujeres, muchas de las cuales son inmigrantes engañadas por las mafias. 

  • El amor

Coincidimos en que los que aparecen en la novela son todos no correspondidos: Adriana está enamorada de Gino, aunque éste la engaña prometiéndole un matrimonio que es imposible; Astarita lo está de Adriana, hasta el extremo de que se convierte en su esclavo, aunque a cambio sólo recibe compasión; y Adriana experimenta un  verdadero amor hacia Jacobo, aunque éste se comporta con total indiferencia hacia ella.

Esta concepción del amor la resume la protagonista en una de sus reflexiones: “la peor maldición del amor: que nunca es correspondido, y cuando se ama no se es amado, cuando se es amado no se ama. Nunca ocurre que dos amantes vayan a la par en sentimientos y en el deseo, aun cuando éste sea el ideal a que todos los hombres tienden cada uno por su lado”.

  • La religión

Los personajes viven la religión de distinta manera: para la madre es un falso consuelo que le permite a las personas olvidar las durezas de la vida; sin embargo, Adriana la profesa de un modo particular, pues, al principio, va a confesarse por las relaciones sexuales que mantenía con Gino, fuera del matrimonio; pero, más adelante, visita la iglesia después de robar un pañuelo y no siente el más mínimo remordimiento: “Sabía que ese Dios no estaba ahí para juzgarme y condenarme, sino para justificar mi existencia, que sólo podía ser buena puesto que dependía directamente de él”.

  • El existencialismo

Es una corriente filosófica, pero sorprendentemente se reconoce este pensamiento en las palabras de Adriana y su madre, las cuales carecen de formación:  

Así, la primera, una vez que se decide a ejercer la prostitución se dice a sí misma: “Pensaba que había salido de una oscuridad sin fin y que pronto volvería a otra oscuridad igualmente ilimitada, y que mi breve paso habría estado marcado tan solo por actos absurdos y casuales. Comprendía entonces que mi angustia no era debida a las cosas que hacía, sino, más profundamente, al mero hecho de vivir, que no era ni malo ni bueno, sino sólo doloroso  e insensato.”

Y la segunda le dice a la hija, después del primer cliente que recibe esta: “Te digo que he tenido miedo; y he pensado: y si uno no quisiera continuar viviendo, ¿deberá continuar viviendo por fuerza…? No digo que uno haya de matarse, para matarse hace falta valor, no, sino tan solo no querer seguir viviendo, como no se quiere comer más o caminar más… pues, bueno, te lo juro por el alma de tu padre… quisiera no vivir más”.

Al analizar los personajes, coincidimos en la complejidad de todos ellos, especialmente Adriana, que evoluciona desde su ingenuidad y sentimentalismo iniciales, que la hacen soñar con un matrimonio que le permita encontrar la felicidad, hasta aceptar el proyecto que ha trazado para ella su madre de ejercer la prostitución. A partir de este momento, toma las riendas de su destino, asumiendo el papel de protagonista de su propia vida, sin depender de los demás y cargando con las consecuencias. Sus reflexiones nos sorprenden por su hondura y clarividencia.

A su madre las estrecheces de la vida la convierten en una mujer fría y amoral, que propone a su hija convertirse en prostituta, por su bien, para que no tenga la vida miserable que ella ha tenido. Ambas representan una forma abierta de considerar la vida, la cual aceptan con sus miserias y sus grandezas. 

Los personajes masculinos no salen muy bien parados en la novela: 

Gino, aunque aparenta ser un chico educado e íntegro, en realidad es todo lo contrario, pues engaña a Adriana y se comporta con ruindad cuando provoca la detención de su compañera de trabajo, bajo una acusación falsa. 

Astarita es un alto funcionario que se dedica a torturar a los presos políticos, tras el que se oculta una persona débil, insegura e infeliz, que se enamora perdidamente de Adriana y se somete a su voluntad.

Sonzogno es un vil asesino, que intimida por la fuerza de sus músculos y que trata a Adriana como una mujer que le pertenece; pero en realidad es un personaje inseguro.

Y Jacobo es un joven estudiante, culto, al que no le falta de nada, aunque todo lo que le rodea le resulta indiferente, incluida Adriana. Para lavar su mala conciencia de pertenecer a la clase burguesa, se afilia a un partido político de izquierdas, a cuyos compañeros acaba delatando, lo cual le lleva al suicidio.

Después de dos horas de debate, nos quedamos con la sensación de que se nos quedaban muchas cosas en el tintero, porque La romana es una de las grandes novelas europeas del siglo XX.

Próxima lectura, a propuesta de Carmen,  a la que por cierto echamos de menos ayer, Las uvas de la ira de John Steinbeck, sobre la que debatiremos el 6 de noviembre, miércoles, a las 18 horas.

OBSERVACIÓN IMPORTANTE:

Antes de comenzar la sesión, Inés se refirió a una actividad, con motivo de la cumbre sobre el cambio climático en Chile, del 2 al 13 de diciembre, en la que nos invita a participar: la lectura continuada, en un espacio público de Córdoba por determinar, bien, de La primavera silenciosa de Rachel Carson, o bien, de El mundo Imaginario de Miguel Delibes.

La romana guion


Guion
(Sesión del club de lectura del 25 de septiembre, a las 18 horas)

  1. Presentación del autor en su época

  2. Opinión breve sobre la novela

  3. Contexto histórico en el que se desarrolla la historia

  4. Título:¿cuál es su significado?

  5. Punto de vista narrativo

  6. Intencionalidad

  7. ¿Con qué otras heroínas de la literatura mundial se podría relacionar a la protagonista de La Romana?, ¿en qué se diferencia de ellas?

  8. AlbertoMoravia: precursor del existencialismo

  9. Estructura

    • Externa

• Interna: ¿Se puede hablar de una estructura dual, con alternancia de la narración y la reflexión, como las novelas picarescas?, ¿cómo interpretamos el final?

10. Personajes

  • Adriana:

  • Su madre

  • Gino

  • Jacobo o Mino

  • Gisela

  • Astarita

  • Sonzogno

    11.Temas

  • Relativismo moral

  • La familia

  • La pobreza

  • El amor

  • El machismo

  • El matrimonio

  • La violación

  • La prostitución

  • La libertad

  • El existencialismo

  • La religión

  • La lectura en voz alta

12. Estilo

13.Próxima lectura

Una escritora olvidada

Luisa Carnés es, en efecto, una escritora olvidada, en nuestra historia de la literatura, pero, afortunadamente, recuperada para todos los lectores por Antonio Plaza, autor del epílogo de Tea Rooms. Mujeres obreras, novela de la que hablamos el pasado miércoles, en la Sala Catedral del Albergue Juvenil, por gentileza de nuestro amigo y miembro del Club de Lectura del IES Gran Capitán, Victoriano Villén.

Carnés nace en Madrid, el 3 de enero de 1905, en el seno de una familia humilde y numerosa. Los escasos ingresos familiares y su condición de hija mayor la obligan, a los once años, a abandonar la escuela para convertirse en una trabajadora manual. La necesidad de evadirse de esta dura realidad la lleva, primero, hasta la lectura, y después, a la escritura. En ausencia de instrucción escolar, su formación es autodidacta, sobe todo por la lectura de Tolstoi, Dostoyevski y Gorki. Sus dos primeros libros son Peregrinos de calvario (1928) y Natacha (1930); pero su consagración como escritora le llega con Tea Rooms (1934), novela basada en su experiencia personal y donde expone la situación de las mujeres que trabajan, obligadas a compaginar la atención al hogar con una actividad profesional externa, que les condena a unas duras condiciones de trabajo, muy por debajo de las de los hombres. En palabras de Antonio Plaza, “Examinada con una mirada actual, «el interés de Tea Rooms radica en la capacidad de la autora para trazar rasgos de personajes transgresores, que cuestionan la normativa de género impuesta socialmente”.

En el turno de opiniones sobre la novela, Carmen explicó que le había gustado, sobre todo, por lo que no dice, como Seda de Baricco, El extranjero de Camus o La metamorfosis de Kafka, y porque, a diferencia de estas novelas, está escrita por una mujer. Añadió que Tea Rooms es parca y minimalista, como se aprecia, por ejemplo, en este pasaje donde se describe lacónicamente la muerte de Laurita, provocada por un aborto clandestino: “Ahí dentro, en una habitación reducida de paredes azuladas, queda el cuerpo exangüe de Laurita, envuelto en una sábana. Ayer tarde estaba en el salón de té, se movía de un lado para otro, sonreía llena de vida, hablaba, y ahora está inmóvil, marcado el rostro por una trágica amarillez, perdida hasta la última gota de su sangre juvenil”. Además, su lectura le había recordado a una experiencia personal de trabajo en una confitería, en su época universitaria, donde las condiciones laborales eran muy similares a las que padecen Matilde y sus compañeras.

Benito dijo que le había entretenido e interesado por el momento de la historia de España en que la escribe Luisa Carnés y por la vigencia del problema que denuncia: la discriminación de la mujer. Le parece una novela muy visual y cinematográfica, tanto que leyéndola te estás imaginando la película. Los capítulos más significativos, en su opinión, son el 17 y el último, donde se abordan los problemas de mayor relevancia social, como el derecho a huelga y la confianza en una revolución social que mejore la vida de las personas oprimidas.

También manifestó una opinión favorable a Tea Rooms Lola Cortés por los temas trascendentes que plantea y por el idealismo de Matilde, la protagonista, a pesar de que está escrita en un lenguaje sencillo. Es la descripción de la vida misma, a través de una voz narradora que siempre ha identificado con la propia autora.

Clara confesó que no es la novela de su vida, pero que le había parecido interesante por su valor testimonial: la situación precaria de las clases trabajadoras y, en particular, la doble discriminación de las mujeres. Valoró igualmente el hecho de que una persona que se ha hecho a sí misma, como Luisa Carnés, haya sido capaz de escribir esta novela.

A Inés le ha extrañado la dificultad para encontrar Tea Rooms en las bibliotecas públicas cordobesas, cuando se trata de una novela de gran interés, porque refleja la situación de la mujer en la primera mitad del siglo pasado en España, la cual no es muy diferente de la actualidad.

Miguel Ángel destacó igualmente su carácter social y testimonial, por encima de sus valores formales, que le parecen limitados. También le había interesado por  sus destinatarios, es decir, los lectores a quienes va dirigida, que son las personas más desfavorecidas de la sociedad y con mayores dificultades para sobrevivir.

Para Enrique es un libro de lectura rápida, que clasificó como novela de tesis, con las ventajas e inconvenientes de este género literario. Refleja, en cierta medida, lo mal que lo hizo la República y cómo contribuyó a la Guerra Civil, siendo receptiva, por ejemplo, a las ideas comunistas, que emanaron de la revolución rusa. El final le parece melodramático.

Víctor, finalmente, abundó en su valor testimonial y en cómo refleja la sociedad madrileña de aquella época, incluyendo rasgos lingüísticos, como el laísmo (“Está empeñada en venir a la casa y darla un escándalo”). Sin embargo, el espacio cerrado, donde se desarrolla la historia, el salón de té, le había producido un cierto rechazo.

En el debate propiamente dicho, comentamos que Tea Rooms es una novela reportaje, porque refleja la vida personal de su autora, su propia experiencia como empleada en un salón de té de Madrid. De hecho, está escrita desde el punto de vista una tercera persona que parece estar observando lo que cuenta

La intencionalidad de Luisa Carnés es concienciar a la gente, denunciando las injusticias sociales, y planteado la necesidad de una mujer nueva, que busca su emancipación a través de la cultura, el trabajo especializado y la lucha colectiva.

En cuanto a los temas que aparecen en la novela, nos detuvimos particularmente en estos:

  • La pobreza, que se refleja en la casa de Matilde, la protagonista, donde solamente tienen para comer un pedazo de queso para seis bocas; y tambien en el pasaje, que leímos en alto, donde se cuenta que la mujer pobre prefiere el invierno a las demás estaciones: “En el invierno, la gente camina deprisa —cada uno a lo suyo—. Hace demasiado frío para fijarse en los demás. Llueve demasiado para detenerse a contemplar una pierna bonita. Y la muchacha modesta no se ve constreñida a caminar salvando el buen equilibrio de un zapato torcido. El invierno enerva los miembros y agrieta las manos desnudas; pero la mujer pobre lo prefiere al estío y a la primavera, porque ante todo tiene un sexo y un concepto de la feminidad, que cultiva como la mujer rica su fina desnudez en las playas cosmopolitas”.
  • La doble discriminacion de las mujeres, así como la necesidad de que se labren su propio destino luchando codo con codo con los hombres: “Creíamos también que nuestra única misión en la vida era la caza del marido, y desde chicas no se nos preparaba para otra cosa; aunque no supiéramos leer, no importaba: con que supiéramos acicalarnos era bastante. Hoy sabemos que las mujeres valen más que para remendar ropa vieja, para la cama y para los golpes de pecho; la mujer vale tanto como el hombre para la vida política y social. Lo sabemos porque muchas hermanas nuestras han sufrido persecuciones y destierros. Quiero decir con esto que, ya que los hombres luchan por una emancipación que a todos nos alcanzará por igual, justo es que les ayudemos; justo es que nos labremos nuestro propio destino”.
  • Las condiciones de trabajo miserables de las empleadas del salón de té, con espacios insalubres, como la oscura cocina sin ventilación y la pequeña habitación donde se cambian: “Qué asqueroso este cuarto —un metro cuadrado escaso—, antigua cabina telefónica, forrada con arpillera pintada de amarillo oscuro (nido de chinches y cucarachas), donde se visten y desnudan las empleadas. Una hornacina con tapa. Dentro huele mal. Las zapatillas de suela sucia y pringosa, los zapatos tirados en el piso y los vestidos pendientes de clavos, le dan aspecto de buhardilla trastera. Ni un solo agujero por donde la atmósfera pueda renovarse. Sobre la puerta, un pequeño espejo. La bombilla apenas lanza un débil resplandor. La aspiradora de la asistenta hace mucho que no asoma la nariz a este piso sucio y lleno de papeles arrugados, entre los que descuella la envoltura reluciente de algún bombón. En este escondrijo cambian las muchachas sus vestidos de calle por los uniformes de labor. En estos clavos cuelgan las empleadas cada mañana su personalidad para recogerla cinco horas después.”
  • La utopía comunista, que se extendió entre las capas más desfavorecidas de aquella sociedad, como la esperanza de una humanidad nueva donde desaparezcan los patronos y los capitalistas, y los pobres dejen de pasar hambre y calarse los pies en invierno. Pero que también es criticada por los sectores más conservadores que desprecian a los comunistas y bolcheviques.

Nos preguntamos, finalmente, sobre un posible maniqueísmo en la construcción de los personajes, al tratarse de una novela que subordina la forma al contenido, pues tiene como finalidad concienciar a los lectores de determinados problemas sociales; pero nuestra conclusión fue que, así como los que se pueden calificar de explotadores, como Teresa, encargada del salón de té, y don Fermín, dueño del mismo, carecen de complejidad, pues todos sus rasgos son negativos, los explotados, en cambio, demuestran capacidad para sorprendernos:

  • Matilde, a diferencia de las demás empleadas, es reflexiva y nada condescendiente con la encargada, que le exige halagar a los clientes, además de cumplir con su trabajo. Tiene conciencia social, al distinguir entre los que suben en el ascensor y los que lo hacen por la escalera interior, y al preconizar la solidaridad y la unión entre los trabajadores: “nosotras nos pasamos la vida gruñendo por la miseria que ganamos; pero no nos preocupamos por ganar más. Y con hablar por detrás no se arreglan las cosas. Tiene que haber solidaridad”.
  • Laurita, a pesar de su aparente superficialidad y de ser la ahijada del jefe, es alegre, cordial y solidaria con sus compañeras, así como observadora y hábil como dependienta. Desgraciadamente, su excesiva ingenuidad e imaginación, así como la discriminacion de la mujer y el conservadurismo de la sociedad, le conducirán a un trágico final.
  • Pierdo Fazzielo es el encargado de los helados; pero la preocupación mayor es su hijo que vive en Italia y cuyo pecado es ser revolucionario, por lo cual, primero, es detenido y, después, acaba muriendo en un encuentro entre comunistas y seguidores de Mussolini.
  • Marta entra a trabajar en el salón de té, después de rogar al jefe, por su situación familiar desesperada: cuatro hermanos hambrientos; una hermana, con niño pequeño, que es abandonada por su novio; un padre sin trabajo; y una madre sirviendo en casas pudientes. Se siente orgullosa de pertenecer a la clase social de los oprimidos; pero es despedida del trabajo, a causa de pequeños hurtos y acaba dedicándose a la prostitución.

Concluida la sesión, nos fuimos a comer, a sugerencia de Carmen, al restaurante Paseo ibérico, donde degustamos buenas viandas y bebidas para despedir el presente curso.

Próximas lecturas, a propuesta de Enrique y Carmen respectivamente:

La romana de Alberto Moravia, novela de la que hablaremos el 25 de septiembre, miércoles, a las 18 horas.

Y Las uvas de la ira de John Steinbeck, sobre la que debatiremos el 23 de octubre, miércoles, a las 18 horas.

A ver si podemos contar en ambas sesiones, que celebraremos en la Biblioteca del centro, con todos los miembros del Club de Lectura, preferentemente del alumnado.

Feliz verano lector para todos y todas.

 

Guion de Tea Rooms

 

GUION PARA EL DEBATE

(Sesión del Club de Lectura del próximo 26 de junio, miércoles, a las 11:30, en Audiovisuales)

  1. Presentación de la autora en su época 

  2. Opinión breve sobre la novela 

  3. Punto de vista narrativo 

  4. Género literario 

  5. Intencionalidad 

  6. Estructura
  • Externa: ¿cómo se estructura formalmente la novela? 

  • Interna: ¿cómo interpretamos el final? 

  1. Temas
  • La ciudad 

  • La pobreza 

  • La utopía comunista 

  • La independencia y emancipación de la mujer 

  • La conciencia de clase 

  • El trabajo de camarera 

  • Las huelgas y protestas: ¿por qué se producen?, ¿qué actitud adoptan los jefes?, ¿cómo actúan los piquetes?
  • La represión policial 

  • La figura de la medianera 

  • El temor al jefe
  • La opinión ajena
  1. Personajes:
  • Matilde 

  • Teresa 

  • Esperanza 

  • Antonia 

  • Don Fermín 

  • Cañete 

  • Laurita 

  • Pietro Fazziello 

  • Marta 

  1. Estilo
  • Variedad de registros 

  • Capacidad de sugerencia 

  • Formas de expresión 

  1. Próxima lectura 


 

“Me gusta estar más con las cosas que con las personas”

Esta es una frase de Lampedusa, autor de El Gatopardo, que probablemente defina también al protagonista de esta novela, Don Fabrizio, último representante de la Casa de Salina, que se siente especialmente feliz con las cosas que le rodean. Sirva como ejemplo esta descripción de las pinturas del cielorraso de su palacio de Palermo, donde los dioses y animales mitológicos cobran vida en honor a la familia: “En el fresco del cielorraso las divinidades se despertaron. Las escuadras de tritones y de dríades, que desde los montes y los mares se precipitaban entre nubes frambuesa y ciclamen hacia una transfigurada Conca d’Oro para exaltar la gloria de la Casa de los Salina, surgieron de pronto tan plenas de regocijo que las más elementales reglas de la perspectiva quedaron anuladas; y los dioses mayores, los príncipes entre los dioses, fúlgido Júpiter, ceñudo Marte, lánguida Venus, que habían precedido a la turba de los menores, sujetaban complacidos el escudo azul con el Gatopardo. Sabían que por otras veintitrés horas y media volverían a ser los amos de la villa”.

María fue la encargada de presentar al autor de El Gatopardo, Giuseppe Tomasi di Lampedusa, que nace en 1896 en Palermo, en el seno de una familia aristocrática. Desde niño, aprende las principales lenguas extranjeras; pero, a los veinte años, es obligado a abandonar sus estudios para participar en la Primera Guerra Mundial, donde es hecho prisionero.
Durante uno de sus numerosos viajes al extranjero, se casa con Alessandra Woll-Stomersee, una de las pioneras del psicoanálisis en Italia. Con el grado de capitán participa también en la Segunda Guerra Mundial.

Fue un hombre solitario y un lector voraz que llegó a acumular una biblioteca de más de 4.000 volúmenes, sobre todo de literatura inglesa y francesa. Conoció también la literatura española, sobre todo la del Siglo de Oro, gracias a su hijo adoptivo, Gioacchino Lanza Tomasi.
Entre 1955 y 1956, escribe El Gatopardo, novela que había ido gestando durante mucho tiempo. Desgraciadamente, no se publicó hasta 1958, un año después de su muerte, y, aunque fue denigrada por críticos de izquierda, basándose en razones ideológicas, no sólo consiguió éxito de ventas, sino también el Premio Strega, en 1959, máximo galardón literario en Italia.

El turno de opiniones breves sobre la novela lo comenzamos con la que nos envió por correo electrónico Matías Fernández, nuevo miembro del Club de Lectura, que no pudo asistir, y a quien había interesado especialmente el doble proceso histórico de sustitución que se cuenta en ella: el de la aristocracia por la burguesía y el de la monarquía de los Borbones por la de los Saboyas. Además, entre los personajes, destacó a don Fabrizio, que unas veces se muestra amable y otras cáustico; pero que se siente superior a los demás por su educación y por la clase social a la que pertenece. Hay una frase que lo define: “¿Qué sería de mí, de un legislador inexperto que carece de la facultad de engañarse a sí mismo, requisito esencial en quien quiere guiar a los demás?”.
Enrique resumió su opinión así: “Esto sí es una novela; la fama no te la regala nadie”. Los personajes que crea Lampedusa son complejos, porque evolucionan; la historia está bien trabada y con interés histórico; y el estilo se ajusta a lo que cuenta.

Para José Ángel leer El Gatopardo ha sido una gozada en forma y fondo. Añadió que la primera parte de la misma le parece deudora del siglo XIX, por su linealidad; y la segunda, en cambio, sobre todo los capítulos séptimo y octavo, donde se producen sendos desplazamientos bruscos hacia el futuro, la acercan más a la novela experimental.

Víctor reconoció no haber tenido tiempo de reposar su lectura, aunque se queda con los personajes y con el sentido del humor del que hace gala Lampedusa, por ejemplo, cuando el padre Pirrone se encuentra con el cuerpo desnudo de don Fabrizio: “La figura del príncipe en estado adánico era un espectáculo inédito para el padre Pirrone. El sacramento de la penitencia lo había familiarizado con la desnudez de las almas, pero la de los cuerpos le era bastante menos habitual; podía escuchar sin pestañear la confesión, por ejemplo, de una intriga incestuosa, pero se turbó al encontrarse con aquella inocente desnudez titánica”.

Clara, primero, explicó sobre un mapa, que nos había enviado Matías, la división de Italia, antes de la reunificación. Después, confesó que, al estudiar historia, siempre había tenido en cuenta la frase que le dice Tancredi a su tío don Fabrizio: “Si queremos que todo siga igual, es necesario que todo cambie”. En su opinión, la novela expresa muy bien la melancolía del pasado, el final de una sociedad y el principio de otra; y le encanta especialmente el ambiente decadente en el que se desarrolla la historia.

Para Benito también ha sido un placer la relectura de esta novela a la que se había acercado, cuando estudiaba en la Universidad, después de ver la película homónima de Visconti. Volver a leerla le ha permitido reencontrarse con personajes secundarios, como Concetta, que tiene una importancia capital. Igualmente, le ha llamado la atención la relación entre el Príncipe y su hijo mayor, Francesco Paolo, la cual le ha recordado a la relación que él mantenía con su padre.

Lola definió El Gatopardo como una novela barroca, tanto por los temas que aparecen (el desengaño, la apariencia falsa de la realidad, la decrepitud, la muerte…), como por el lenguaje preciosista que utiliza Lampedusa. El clímax, en su opinión, se consigue en dos momentos: el diálogo entre don Fabrizio y el senador que le propone formar parte de la Cámara Alta; y el que mantienen el herbolario y el padre Pirrone, en especial, cuando el primero se queda dormido y el segundo continúa hablándole, como si nada hubiera pasado.

Carmen comentó que, al principio, con tanta descripción le había costado entrar en la novela; pero que su lectura había ido ganando, progresivamente, hasta un final inesperado y simbólico, que le había encantado.

Y María confesó que la había disfrutado, en su época universitaria, y la ha vuelto a disfrutar ahora, sobre todo por el tono emocional que transmite. Se cuenta la decadencia de una clase social, pero también de una vida, como sucede en La muerte en Venecia de Thomas Mann. Le pondría dos músicas: la 5ª de Gustav Malher y el segundo movimiento de la 1ª Sinfonía de Georges Bizet.

En el debate propiamente dicho, comentamos que se trata de una novela histórica, no sólo porque recoge acontecimientos históricos concretos, con hechos y personajes reales, como la llegada de Garibaldi a la isla, que provocó la caída de los Borbones y la unificación italiana, sino también porque la historia ficticia que se cuenta está basada en antepasados del propio autor.

El punto de vista narrativo corresponde a una tercera persona del plural, que reflexiona sobre lo que cuenta: “pero este es un asunto demasiado importante para tratarlo de pasada, de modo que nos limitaremos a decir que aquella salida heráldica de don Calogero le deparó al príncipe el incomparable goce estético de asistir a la encarnación perfecta de un tipo, y la risa contenida endulzó tanto su boca que llegó a sentir náuseas”. También mencionamos que esta voz narradora sabe situarse en la perspectiva de los personajes, especialmente, en la de don Fabrizio y su mirada aristocrática de la vida.

Con respecto a la estructura interna, coincidimos en que avanza, cronológicamente, hasta el capítulo sexto, aunque, en ocasiones, se producen elipsis, que nos obligan a imaginar lo que ha podido suceder, por ejemplo, el encuentro sexual con la joven prostituta, que satisface las necesidades perentorias de don Fabrizio; y en otros momentos utiliza el salto atrás, como el que da cuenta de las penalidades del viaje a la casa de veraneo, cuando ya están a punto de llegar. En cambio, en los dos últimos capítulos, se producen dos prolepsis o saltos hacia el futuro, de gran eficacia narrativa.

Asimismo, valoramos muy positivamente el final, que se ha de interpretar en clave simbólica, pues el perro Bendicó, o lo que queda de él, representa a la clase social de los Salina. Por eso, arrojar su momia apolillada por la ventana supone también el fin de la misma.

Entre los temas que aparecen en la novela, comentamos:

  • La decadencia de la sociedad aristocrática que se aprecia en pequeños detalles deslizados con sutilidad por Lampedusa. Por ejemplo, en la descripción de la mesa, dispuesta para servir la cena, donde se indica que el mantel estaba remendado y los platos “eran supervivientes de los estragos producidos por los galopillos y procedían de servicios distintos”.
  • La vida entregada al ocio y los placeres, como las jornadas de caza en las que participa diariamente don Fabrizio: “Por lo demás, al príncipe las jornadas de caza le deparaban un placer que no dependía tanto de la abundancia del botín como de una multitud de pequeños episodios. Nacía mientras se afeitaba en el cuarto aún en sombras y la luz de la vela confería un aire teatral a sus movimientos al proyectarlos sobre las arquitecturas pintadas en el techo; crecía mientras atravesaba los dormidos salones y, alumbrado por la llama vacilante, iba esquivando las mesas, donde, entre naipes en desorden, fichas y copas vacías, asomaba el caballo de espadas augurándole viriles hazañas; mientras recorría el jardín inmóvil bajo la luz gris y los primeros pájaros de la madrugada agitaban las plumas para sacudirse el rocío…”
  • El amor entre Tancredi y Angélica, que no es verdadero sino interesado: “Ninguno de los dos era bueno, ambos tenían sus intereses, tanto ella como él alimentaban secretas aspiraciones; pero resultaba agradable y enternecedor verlos bailar mientras sus turbias pero ingenuas ambiciones se iban esfumando entre las cariñosas, alegres palabras que él le musitaba al oído, el perfume que envolvía la cabellera de la joven, y el abrazo en que acababan fundiéndose sus cuerpos destinados a morir.”
  • La muerte, porque en la novela se narra la de don Fabrizio y la de su clase social: la aristocracia. El propio personaje tiene conciencia de que con él desaparece el mundo al que pertenece: “Era inútil que intentara convencerse de lo contrario: el último Salina era él, el escuálido gigante que en aquel momento agonizaba en el balcón de un hotel. Porque un linaje noble solo existe mientras perduran las tradiciones, mientras se mantienen vivos los recuerdos; y él era el único que tenía recuerdos originales, distintos de los que se conservaban en otras familias”.
  • Y las dos imágenes contrapuestas de Sicilia y los sicilianos: por un lado, la de Chevalley que cree en la capacidad de transformación y de adaptarse a los cambios de estos; y por otro, la de don Fabrizio que está convencido de su conservadurismo: “Los sicilianos jamás querrán mejorar por la sencilla razón de que se creen perfectos; en ellos la vanidad es más fuerte que la miseria; toda intromisión de extraños, ya sea por el origen o –si se trata de sicilianos–por la libertad de las ideas, es un ataque contra el sueño de perfección en que se hallan sumidos, una amenaza contra la calma satisfecha con que aguardan la nada; aunque una docena de pueblos de diversa índole hayan venido a pisotearlos, están convencidos de tener un pasado imperial que les garantiza el derecho a un entierro fastuoso.”

En cuanto a los personajes, nos detuvimos en los siguientes:

  • Don Fabrizio que se siente así: “Soy un representante de la vieja clase y me siento por fuerza comprometido con el régimen borbónico al que me liga el sentido de la decencia, ya que no el afecto. Pertenezco a una generación infeliz, a caballo entre los viejos tiempos y los nuevos, que no se encuentra a gusto en estos ni en aquellos. Además, como ya lo habrá advertido usted, no tengo ilusiones; ¿qué haría conmigo el Senado, con un legislador inexperto e incapaz de engañarse a sí mismo, facultad imprescindible para cualquiera que se proponga guiar a los demás?”. Acepta con estoicismo los cambios que se están produciendo, sin actuar ni a favor ni en contra.
  • Don Calogero, padre de Angélica y alcalde del pueblo de Donnafugata, donde pasan los meses de verano don Fabrizio y su familia, que pertenece a la burguesía y se ha enriquecido con operaciones poco éticas. Su comportamiento tosco contrasta con las buenas maneras de don Fabrizio: “el alcalde avanzaba por el bosque de la vida con la seguridad de un elefante que, arrancando árboles y aplastando madrigueras, camina en línea recta sin advertir ni siquiera los arañazos de las espinas y los gemidos de sus víctimas. En cambio al príncipe, educado en pequeños y amenos valles recorridos por los céfiros corteses de los «por favor», «te agradecería», «me harías la merced», «has sido muy amable», las charlas con don Calogero lo transportaban a un páramo barrido por tiempos estériles…”.
  • El padre Pirrone, de origen humilde, que había llegado a ser sacerdote en la casa de Salina y hombre de confianza de don Fabrizio. Conocía cómo funcionaba la vida, con independencia de la posición social que se ocupe o de la riqueza que se posea. Así, lo demuestra al resolver su asunto familiar o pasando por alto la vida licenciosa de don Fabrizio, que acudía a confesarse con él, después de haber sido infiel a su mujer.
  • Tancredi que es entusiasta e inteligente, y representa al sector de la nobleza que se sabe adaptar a los nuevos tiempos: “Si queremos que todo siga como está, es preciso que todo cambie”. Por eso, es apreciado por el Príncipe de Salina, que lo prefería a su pánfilo primogénito. Su matrimonio con la hija de don Calogero es por interés, pues él carece de fortuna.
  • Y Angélica que es la representante indiscutible de la atractiva, valiente y audaz clase burguesa. Su casamiento tampoco es por amor sino por interés, ya que aspira a lo que al final consigue: ser princesa.

Finalmente, elogiamos el estilo de Lampedusa, que destaca por la brillantez de sus imágenes, su sentido del humor y su extraordinaria capacidad para describir: “Ahora la calle corría entre naranjales en flor y el aroma nupcial del azahar anulaba todo el resto como anula un paisaje el plenilunio: el olor de los caballos sudados, el olor a cuero de la tapicería, el olor a príncipe y el olor a jesuita, todo quedaba borrado por aquel perfume islámico que evocaba huríes y un más allá colmado de placeres carnales.”

Próxima lectura: Tea rooms de Luisa Carnés, considerada la más importante narradora de la Generación del 27, aunque desgraciadamente desconocida. En esta novela, de la que hablaremos el 26 de junio, miércoles, a las 11:30, nos traslada su experiencia como empleada en un salón de té.

Os recuerdo que, después de la sesión del Club de Lectura, nos quedaremos a comer en un restaurante cercano.

Guion sobre El Gatopardo

CLUB DE LECTURA DEL IES GRAN CAPITÁN

(Sesión del día, 15 de mayo, miércoles, a las 18:30)

  1. Presentación del autor en su época
  2. Opinión breve sobre la novela: si nos ha gustado o no y por qué
  3. Argumento
  4. Título: ¿qué explicación tiene?
  5. Género literario: ¿se puede calificar de novela histórica?, ¿es real lo que se cuenta?
  6. Punto de vista: ¿a quién corresponde la voz narradora?, ¿se puede identificar con algún personaje?
  7. Tiempo histórico: ¿qué periodo de la casa de Salina comprende la novela?
  8. Tiempo interno: ¿cómo avanza la historia?
  9. Espacios
  10. Estructura interna: ¿qué representa la muerte de Salina?, ¿cómo se puede interpretar el final?
  11. Personajes: ¿cuáles son sus rasgos principales?
  • Don Fabrizio
  • Tancredi
  • Concetta
  • Angélica
  • Don Calogero
  • La muerte
  • Russo
  • Ciccio Málvica
  • Francesco Paolo
  • El padre Pirrone
  • Los personajes mitológicos
  • El perro Bendicó
  1. Temas:
  • Crisis de la sociedad aristocrática
  • Vida entregada al ocio y los placeres
  • La falsa religiosidad
  • La discriminación de la mujer
  • La educación: ¿qué importancia tienen las normas de educación y urbanidad para la aristocracia?
  • El amor: ¿es verdadero el amor entre Tancredi y Angélica?
  • La monarquía
  • Los conventos en Palermo
  • La revolución burguesa
  • El referéndum: ¿está adulterado?
  • Sicilia: ¿qué diferente imagen tienen de Sicilia y los sicilianos Chevalley y don Fabrizio?
  • La muerte: según Javier Marías, El Gatopardo es un relato “sobre la muerte, la preparación para ella y su aceptación”. ¿Qué opinión te merecen estas palabras?
  1. Interpretación
  2. Estilo
  • Capacidad de sugerencia:
  • El arte de la descripción:
  • El sentido del humor
  1. Frases para la reflexión:
  • «Si nosotros no participamos también, esos tipos son capaces de encajarnos la república. Si queremos que todo siga igual, es necesario que todo cambie. (Tancredi sobre la actitud que debe tomar la aristocracia ante los cambios)
  • “Las golondrinas echarían a volar más pronto, y basta. Por lo demás, aún quedaban muchas en el nido”. ( Russo refiriéndose a los cambios que se avecinan)
  • “Cada vez que encontramos a un pariente nos topamos con una espina” (don Fabrizio)
  • “Los grandes señores eran reservados e incomprensibles; los campesinos, explícitos y claros; pero el demonio se los metía a todos en el bolsillo, sin hacer diferencias” (Padre Pirrone)
  • “El novio ya había explicado a Angelica cuán importante era permanecer impasible, porque en ello reside fundamentalmente la distinción” (Tancredi)
  • ¿Qué haría conmigo el Senado, con un legislador inexperto e incapaz de engañarse a sí mismo, facultad imprescindible para cualquiera que se proponga guiar a los demás? (Don Fabrizio a un representante enviado por el gobierno)
  1. Próxima lectura

 

 

La sutilidad de Sciascia

Aunque, en la sesión del Club de Lectura del pasado miércoles, hubo división de opiniones en la valoración de El día de la lechuza, algunos de los asistentes coincidimos en la sutilidad de Leonardo Sciascia, al contar la historia, probablemente condicionado por la censura que se impuso a sí mismo en esta novela donde, por primera vez, se denuncian las actividades de la mafia siciliana y sus implicaciones políticas y sociales: “Por eso, cuando me percaté de que mi imaginación no había tenido en su debida cuenta los límites que imponen las leyes del Estado y, más que las leyes, la susceptibilidad de quienes las hacen respetar, me puse a quitar y a quitar. Sustancialmente, de la primera a la segunda versión, la línea del relato ha quedado inalterada; ha desaparecido algún personaje, algún otro se ha retirado al anonimato, alguna secuencia ha caído. Puede ser que el relato haya ganado con ello”.

Miguel, que junto con María, había propuesto la lectura de esta novela, se encargó de la presentación del Leonardo Sciascia, un escritor que nace en Agrigento, en 1921, y muere en Palermo, en 1989. Estudia Magisterio y dedica parte de su juventud a la enseñanza. Con posterioridad, ejerce el periodismo, que simultanea con la práctica de la literatura, hasta convertirse en uno de los novelistas italianos más importantes del siglo XX. Simpatiza con el Partido Comunista Italiano, aunque acaba apartándose del mismo, para adoptar una posición independiente, que le lleva a ser considerado como la “conciencia crítica de Italia”, por sus denuncias contra la corrupción política y la violencia de la mafia.

Fue amigo de escritores ilustres, como Italo Calvino o Gesualdo Bufalino; discípulo de Vitaliano Brancati; admirador de Pirandello, cuya obra Seis personajes en busca de autor cita en esta novela; productor de su vino y su aceite, esposo, padre y abuelo, fino analista de la realidad italiana, coleccionista de grabados y sobre todo un hombre de letras y un escritor de estupendas novelas policíacas, cuentos llenos de humor e ironía, y penetrantes ensayos.

Gran conocedor de España y, particularmente, de El Quijote, libro del que decía “que debía leerse como mínimo dos veces”. Su admiración por la Generación del 27 que él denominó una «espléndida pléyade de poetas» se mantendrá viva desde su juventud hasta sus últimos años de vida. Este hecho se corrobora en la multitud de menciones que de estos escritores encontramos en sus novelas, ensayos y artículos, así como en las traducciones que hizo al italiano.

Sciascia pensaba que la literatura tenía un peso moral sobre el curso de las cosas. Y un día se asombró al comprobar que sus obras se anticipaban al futuro, como las investigaciones parlamentarias sobre la Mafia en El día de la lechuza, que se anticipó en dos años a las, realmente, que se llevaron a cabo en Italia.

Junto a autores como el brasileño Rubem Fonseca y el norteamericano Donald Westlake, Sciascia fue uno de los primeros que dotó de calidad literaria a las novelas policiacas y narró en las mismas historias del tiempo que le tocó vivir. No obstante, en opinión de Leonardo Padura, quizá por haber cultivado este género literario, aún hoy día considerado marginal, no haya tenido el reconocimiento que merece.

Entre sus obras traducidas al castellano, se encuentran:

Dueto, Plaza y Janés, Barcelona, 1968.

Todo modo, Bruguera, Barcelona, 1982.

El archivo de Egipto, Bruguera, Barcelona, 1977.

Cándido o Un sueño siciliano, Bruguera, Barcelona, 1979.

El caso Aldo Moro, Destino, Barcelona, 1996.

El caballero y la muerte, Tusquets, Barcelona, 1989.

El dia de la lechuza, Alianza, Madrid, 1990

En el debate propiamente dicho, hubo opiniones contrapuestas, pues, por una lado, estaban los críticos con la novela: Enrique sólo había llegado hasta la página 60; José Ángel no había conseguido entrar en ella, aunque reconoció que se dejaba leer y tenía sobre todo un valor extraliterario; Carmen la considera más un guion de cine que una novela, pues le falta desarrollo y un hilo conductor, pero le habían gustado los momentos de humor; Lola, abundando en esta opinión, reconoció que sólo había llegado al 40 % de la lectura, porque le parece que tiene más valores cinematográficos que literarios;  y Víctor a quien no le había dicho mucho por su localismo y por la falta de libertad al escribirla, reconocida por el propio autor.

Por otro lado, nos encontrábamos los que tenemos una opinión positiva sobre ella, como Miguel, para quien se trata de una novela escrita con sutilidad y valentía, pues Sciascia hace coincidir el tiempo histórico y el literario; Benito, que no pudo asistir a la sesión, pero que valoró precisamente esta coincidencia, como algo innovador en el género policiaco; y María a quien le gusta sobre todo, por su trasfondo histórico y porque ella es aficionada a la novela negra, aunque reconoció que hay otras, como Cándido o El caballero y la muerte, que están quizá mejor elaboradas.

La explicación del título estriba en que la lechuza es un animal con connotaciones de inteligencia y sabiduría, que son las que aplica el capitán Bellodi en su investigación policial, para descubrir la trama mafiosa y las implicaciones políticas, que hay detrás del asesinato de Colasberna.

Para conocer la intencionalidad con la que fue escrita, leímos en alto unas palabras del autor: “Pero la mafia era, y es, otra cosa: un «sistema» que en Sicilia contiene y mueve los intereses económicos y de poder de una clase que, de modo aproximado, podemos llamar burguesa; y que no surge y se desarrolla en el «vacío» del Estado (o sea cuando el Estado, con sus leyes y funciones, es débil o falta) sino «dentro» del Estado. La mafia, en suma, no es sino una burguesía parasitaria, una burguesía que no emprende sino que solamente explota. El día de la lechuza, en efecto, no es sino un «por ejemplo» de esa definición. Es decir, la escribí, entonces, con esa intención.

Tratándose de una novela perteneciente al género policiaco, coincidimos en que Sciascia sabe generar la intriga en torno a quién puede ser el asesino, así como a la implicación de la mafia y sus ramificaciones en el crimen. Para ello, utiliza una estructura dual, que se basa en la alternancia de dos tipos de secuencias narrativas: por un lado, las que se desarrollan en Sicilia, con el proceso de investigación del capitán Bellodi, y por otro, las conversaciones, que tienen lugar en Roma, entre personas poderosas y supuestamente respetables del mundo de la empresa y la política. No obstante, se coincidió en que estas conversaciones quizá resulten algo confusas, al desconocer las identidades de los que hablan.

En cuanto a los personajes, destacamos a dos:

  • El capitán Bellodi, un joven abogado, inteligente, sensato, y honrado en su trabajo, que quiere que la ley de la República se aplique a todos por igual. Esto se dice de él: “el capitán Bellodi, emiliano de Parma, republicano por tradición familiar y por convicción, hacía lo que antiguamente se llamaba el oficio de las armas, y en un cuerpo de policía, con la fe del hombre que ha participado en una revolución y que de la revolución ha visto surgir la ley: servía y hacía respetar esa ley que aseguraba libertad y justicia, la ley de la República”.
  • Y don Mariano Arena, el capo de la mafia, delatado por Parrinieddu, que se hace pasar por un buen hombre, padre de familia ejemplar y trabajador infatigable, que media en los conflictos entre ciudadanos, con la finalidad de impartir justicia, como un juez de paz, que llama, hipócritamente, a los chantajes, recomendaciones. Con estas palabras elogiosas, se refiere a él un amigo suyo: “Hablo de sentido de la justicia, no de administración de justicia … Y además le digo: si nosotros dos nos peleamos por un trozo de tierra, por una herencia, por una deuda, y viene un tercero a ponernos de acuerdo, a resolver la pendencia, en cierto sentido, viene a administrar justicia, pero ¿sabe usted qué nos hubiera pasado si hubiéramos continuado litigando ante su justicia? Pasarían los años, y a lo mejor por impaciencia o por rabia, uno de nosotros, o los dos, nos habíamos entregado a la violencia”.

Son dos personajes radicalmente distintos: uno joven y otro viejo; uno con formación universitaria y otro con la sabiduría que da la experiencia de vivir; uno dirige una institución legal, como la policía, y otro una organización criminal, como la mafia; uno es honrado y el otro un delincuente; etc. Sin embargo, ambos entrarían, dentro de la original clasificación de la humanidad que hace don Mariano Arena, en la de hombres.

Entre los temas que se plantean en la novela, comentamos los siguientes:

  • La mafia y sus ramificaciones, a la que se acerca Sciascia, con objetivad, mostrando su parte criminal, pero también lo que tiene esta organización de gran familia con sus propias leyes, que dan seguridad a los ciudadanos y que son aceptadas, con aparente naturalidad, por éstos.
  • La corrupción de las instituciones del Estado, que se refleja sobre todo en cómo echan por tierra la impecable investigación del capitán  Bellodi, proporcionándole al asesino esta coartada: “Personas sin tacha, absolutamente insospechables, respetabilísimas por extracción social y por cultura, habían testificado ante el juez instructor la imposibilidad de que Diego Marchica hubiese podido disparar a Colasberna y de que hubiese sido reconocido por Nicolosi, al encontrarse Diego ese día, y a la hora en que había sido cometido el delito, a la considerable distancia de setenta y seis kilómetros, los que, en efecto, median entre S. y P., donde Diego, en un jardín propiedad del doctor Baccarella, y ante los ojos del doctor, hombre acostumbrado a levantarse de la cama temprano y a seguir los trabajos del jardín, estaba ocupado en la serena y pacífica tarea de hacer llover agua sobre el césped mediante una manga de riego. Y de ello, no sólo el doctor, sino paisanos y transeúntes, seguros todos ellos de la identidad de Diego, podían dar testimonio con límpida memoria”.
  • La metáfora, de gran actualidad, de los cornudos, que utiliza Sciascia para referirse al pueblo, al que se la pegan, tanto en dictadura como en democracia, y no reacciona: “El pueblo cornudo era y cornudo sigue siendo: la diferencia es que el fascismo colgaba una sola bandera de los cuernos del pueblo y la democracia deja que cada cual se cuelgue la suya, del color que le guste de sus propios cuernos (…) ¡Y sabes quién se divierte paseando sobre los cuernos? Primero, y guárdatelo bien en la cabeza: los curas; segundo: los políticos, que cuanto más dicen que están con el pueblo, que quieren su bien, tanto más le pisotean los cuernos”.

Finalmente, elogiamos su estilo, que para algunos de los que asistimos a la sesión se resume en el primer párrafo de la novela, en el que, de algún modo, están las claves de la historia, o en este pasaje, donde se describe lo que sucede en la Cámara de Diputados, con una referencia final a una “luz de arena”, en esta sala, que simboliza también la turbiedad que impregna a todo lo relacionado con la mafia: “Lo que les impresionaba era el movimiento de los ujieres, continuo de un escaño a otro: parecía dotar a toda la sala del mecánico movimiento de un telar. Y ascendía un murmullo que parecía pertenecer, uniforme y continuo, al vacío de la sala más que a la presencia de aquellos grupos de personas, tristes y abstraídas, en el anfiteatro de escaños. De vez en cuando sonaba una campanilla. Luego, una voz comenzó a flotar en aquella luz de arena, que parecía alzarse como una mancha de aceite sobre el nivel gradualmente creciente del murmullo de la sala”.

 

Próxima lectura, a propuesta de María: El gatopardo de Lampedusa, novela de la que hablaremos el 15 de mayo, miércoles, a las 18:30, en la Biblioteca.