Esta semana todos los grupos de 1º de ESO están bajando a visitar la Biblioteca de nuestro centro, con el objetivo de conocer su funcionamiento e incentivar el hábito de lectura en el alumnado.
En primer lugar, se les da información sobre:
- El horario de apertura (de 8:15 a 21 horas) y el número de libros inventariados (8.340, aproximadamente, sin incluir los que hay en los departamentos).
- Los diferentes espacios en que se estructura la biblioteca: recepción, zona de audiovisuales, trueque de libros, yo recomiendo, zonas de lectura, etc.
- La Clasificación Decimal Universal, según la cual están distribuidos los libros: Enciclopedias y Diccionarios; Filosofía y Psicología; Religión; Ciencias Sociales; Matemáticas y Ciencias Naturales; Ciencias Aplicadas; Artes, Juegos, Espectáculos y Deportes; Lengua y Literatura; y Geografía e Historia.
A continuación, se divide la clase en dos grupos: a uno de ellos se le invita a dibujar el plano de la biblioteca, según las indicaciones dadas; y al otro se le explica cómo inventariar los libros, una vez que llegan al centro, y cómo funciona el servicio de préstamos.
Finalmente, se hace entrega a los alumnos del carné de biblioteca, con el que pueden retirar cualquier libro, DVD, CD o vídeo, que se encuentre en la misma, con excepción de los diccionarios y las enciclopedias.
Como actividad complementaria de la visita, se propone al profesor acompañante leer en clase con sus alumnos un texto que Federico García Lorca escribió para la inauguración de una biblioteca, en Fuente Vaqueros, su pueblo natal, y que estos respondan a una serie de cuestiones sobre el mismo.
En general, la valoración que hacemos de la actividad es positiva, por la buena actitud de los alumnos, y porque creemos estar fomentando entre ellos el uso de la biblioteca y el deseo de saber a través de los libros.
Colaboran en la visita con sus explicaciones: Lola P. Ebrero, José Moreno y Matías Regodón.
Profesorado acompañante: Ana Bowe, Paco Ortiz, Inés Ramos.
Texto de Lorca:
Medio Pan y un Libro. Al pueblo de Fuente Vaqueros (Granada). Septiembre de 1931.
«Cuando alguien va al teatro, a un concierto o a una fiesta de cualquier índole que sea, si la fiesta es de su agrado, recuerda inmediatamente y lamenta que las personas que él quiere no se encuentren allí. ‘Lo que le gustaría esto a mi hermana, a mi padre’, piensa, y no goza ya del espectáculo sino a través de una leve melancolía. Ésta es la melancolía que yo siento, no por la gente de mi casa, que sería pequeño y ruin, sino por todas las criaturas que por falta de medios y por desgracia suya no gozan del supremo bien de la belleza que es vida y es bondad y es serenidad y es pasión.
Por eso no tengo nunca un libro, porque regalo cuantos compro, que son infinitos, y por eso estoy aquí honrado y contento de inaugurar esta biblioteca del pueblo, la primera seguramente en toda la provincia de Granada.
No sólo de pan vive el hombre. Yo, si tuviera hambre y estuviera desvalido en la calle no pediría un pan; sino que pediría medio pan y un libro. Y yo ataco desde aquí violentamente a los que solamente hablan de reivindicaciones económicas sin nombrar jamás las reivindicaciones culturales que es lo que los pueblos piden a gritos. Bien está que todos los hombres coman, pero que todos los hombres sepan. Que gocen todos los frutos del espíritu humano porque lo contrario es convertirlos en máquinas al servicio de Estado, es convertirlos en esclavos de una terrible organización social.
Yo tengo mucha más lástima de un hombre que quiere saber y no puede, que de un hambriento. Porque un hambriento puede calmar su hambre fácilmente con un pedazo de pan o con unas frutas, pero un hombre que tiene ansia de saber y no tiene medios, sufre una terrible agonía porque son libros, libros, muchos libros los que necesita y ¿dónde están esos libros?
¡Libros! ¡Libros! Hace aquí una palabra mágica que equivale a decir: ‘amor, amor’, y que debían los pueblos pedir como piden pan o como anhelan la lluvia para sus sementeras. Cuando el insigne escritor ruso Fiódor Dostoyevski, padre de la revolución rusa mucho más que Lenin, estaba prisionero en la Siberia, alejado del mundo, entre cuatro paredes y cercado por desoladas llanuras de nieve infinita; y pedía socorro en carta a su lejana familia, sólo decía: ‘¡Enviadme libros, libros, muchos libros para que mi alma no muera!’. Tenía frío y no pedía fuego, tenía terrible sed y no pedía agua: pedía libros, es decir, horizontes, es decir, escaleras para subir la cumbre del espíritu y del corazón. Porque la agonía física, biológica, natural, de un cuerpo por hambre, sed o frío, dura poco, muy poco, pero la agonía del alma insatisfecha dura toda la vida.
Ya ha dicho el gran Menéndez Pidal, uno de los sabios más verdaderos de Europa, que el lema de la República debe ser: ‘Cultura’. Cultura porque sólo a través de ella se pueden resolver los problemas en que hoy se debate el pueblo lleno de fe, pero falto de luz.