La del pasado martes fue una sesión propicia para explicar, al principio de la misma, cómo funciona el club de lectura, lo que habitualmente se da por sabido. La razón fue que contamos con la presencia de un amplísimo número de alumnos de 1º de ESO, que habían trabajado “El Principito” en la clase de Francés, con Susana, y en la de Lengua Española, con Paco.
A continuación, María contó la vida de Antoine de Saint-Exupéry, lo cual nos permitió establecer algunos paralelismos entre éste y el narrador-protagonista. Suele suceder que los autores ponen mucho de sí mismos en los personajes que crean. En el caso de “El Principito”, nos llamó la atención el hecho de que fuera publicada en 1943, justo un año antes de la muerte de Saint-Exupéry, en un accidente de aviación, como le sucede al protagonista de la novela.
En el turno de opiniones, le dimos la palabra, en primer lugar, para romper el hielo, a los alumnos que habían venido al club en otras ocasiones y, después, a los de 1º de ESO, que participaron activamente. La obra, en general, les había gustado, aunque por diferentes razones: por su lenguaje, aparentemente, sencillo; por el componente imaginativo del argumento; por la profundidad de su contenido; etc. Una de las alumnas, María, abundando en esto último, comentó que la había leído de pequeña, pero que, en esta segunda lectura, había descubierto a un principito desconocido y lleno de sabiduría.
La verdad es que la novela de Saint-Exupéry es más un tratado filosófico que una novela, porque apenas tiene acción y, en cambio, está llena de frases para pensar. Por eso, cuando se planteó si iba dirigida a niños o a adultos, nos inclinamos más por esta segunda opción. El propio autor, en su dedicatoria, queda esta cuestión deliberadamente ambigua, cuando dice: “A León Perth, cuando era niño”. Se refiere a que dedica su libro a todas las personas mayores, que guardan un niño dentro.
En cuanto a los personajes, nos centramos especialmente en la relación existente entre el aviador y el principito, pues cada uno le proporciona al otro lo que necesita: el primero le muestra al segundo la vida adulta, caracterizada por el materialismo, y éste le hace recordar y comprender a aquel el mundo de la infancia, lleno de sentimientos e imaginación:
“Las personas mayores aman las cifras. Cuando les habláis de un nuevo amigo, no os interrogan jamás sobre lo esencial. Jamás os dicen: “¿Cómo es el timbre de su voz? ¿Cuáles son los juegos que prefiere? ¿Colecciona mariposas?” En cambio, os preguntan: “¿Qué edad tiene? ¿Cuántos hermanos tiene? ¿Cuánto pesa? ¿Cuánto gana su padre?” Sólo entonces creen conocerle.
Lo que surge entre ambos es una verdadera amistad. Cuando ya se ha marchado el principito, el aviador cuenta su historia para no olvidarlo y también, con este mismo fin, se compra una caja de colores y lápices, para pintarlo una y otra vez.
Esta relación tan estrecha y complementaria nos recordó a otras grandes parejas de la literatura universal, como don Quijote y Sancho.
Los personajes que conoce el principito consideramos que, en conjunto, representan una muestra de los caracteres humanos. Varios de los asistentes señalaron al zorro como el más interesante, porque nos habla también de la amistad, que es uno de los grandes mensajes de la obra; de los lazos que unen a las personas; de cómo vamos descubriendo poco a poco lo más importante de los demás, en un proceso que él denomina “domesticar” y que culmina cuando las personas nos necesitamos las unas a las otras:
“Sólo se conocen las cosas que se domestican –dijo el zorro-. Los hombres ya no tienen tiempo de conocer nada. Compran cosas hechas a los mercaderes. Pero como no existen mercaderes amigos –qué gran verdad en los tiempos que corren- los hombres ya no tienen amigos. Si quieres un amigo, ¡domestícame!”
También nos detuvimos en el Hombre de Negocios, que representa el afán de poseer las cosa materiales; en el Rey, que defiende un poder basado en la razón; en el Vanidoso, que representa la necesidad de ser admirado, tan extendida hoy día; en el Explorador, que olvida que la verdadera sabiduría se adquiere estando en contacto con la gente y la naturaleza; en el Guardagujas, que representa la vida condicionada por los horarios, sin disfrutar de las pequeñas cosas; en la serpiente, que significa la muerte como un hecho inevitable, que hay que afrontar con serenidad; etc.
Y con la serpiente llegamos al final del libro y de la sesión, pero el recuerdo del principito quedará con nosotros. Además, quién sabe, si algún día pasamos por el desierto donde apareció y miramos con atención el paisaje, exactamente debajo de la estrella, quizá llegue hacia nosotros un niño, con cabellos de oro; si no responde cuando se le interroga, adivinaremos que es él.
Nuestras más sinceras felicitaciones a los alumnos, particularmente a los que se quedaron hasta el final de la reunión (Óscar, Elena, Emilio, Margarita, Yoana, Antonio…). La verdad es que necesitábamos savia nueva y vosotros nos la habéis proporcionado.
De cara a la próxima reunión, sabiendo que vais a asistir, comenzaremos a ser felices, antes de la misma, y, cuanto más avance el tiempo y más nos aproximemos a esta, más felices nos sentiremos. Será una reunión diferente de las demás, como la que celebramos el pasado martes.
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