Si algo quedó claro en la sesión del club de lectura del pasado jueves, que dedicamos a Nada, es la importancia de la voz narradora, pues esta explica el tratamiento de los personajes. En efecto, la personalidad de Andrea, una adolescente apocada y triste, que es trasunto de la propia Carmen Laforet, explica el tipo de personajes distorsionados e inverosímiles, en opinión de algunos de los asistentes.
La presentación de la autora en su época, a cargo de Carmen Jurado, fue rigurosa y prolija, y nos descubrió aspectos poco conocidos de Laforet. Nació en Barcelona en 1921, pero su familia se trasladó pronto por motivos laborales a Las Palmas, donde pasó una niñez dichosa y lectora. Sin embargo, la muerte prematura de la madre fue un duro golpe para ella. Además, la relación con su madrastra no fue buena. Viaja con dieciocho años a Barcelona, donde se aloja en casa de sus abuelos, para estudiar Filosofía y Letras, aunque no termina la carrera. En Madrid empezó Derecho, estudios que también abandonó. Su primera novela, Nada, con la que ganó el Premio Nadal, fue un éxito de lectores y de crítica, una auténtica revelación literaria, que abre el camino a otras mujeres escritoras, como Carmen Marín Gayte, Ana María Matute o Josefina Aldecoa. Juan Ramón Jiménez dijo sobre esta novela: “Le quiero señalar entre lo que considero más completo de su Nada, el extraordinario capítulo 4, con su diálogo tan natural y tan revelador entre la abuela y Gloria (…) Nada, como todo lo auténtico, es de aquí también, y de hoy, y será de mañana y de otra parte cualquiera, como es de ayer y de todos”.
Sus novelas posteriores (La isla y los demonios, La llamada, La mujer nueva, Paralelo 35…), en general, defraudan, tras las altas expectativas que había despertado la primera. Además su vida personal no va bien, pues acaba divorciándose de Manuel Cerezales con el que había tenido cinco hijos. Viaja a Estados Unidos para impartir una serie de conferencias sobre Nada, novela que era muy valorada en aquel país. Allí conoce a Ramón J. Sender, con el que mantiene una larga relación epistolar, donde se refiere a su inseguridad patológica y su fobia social. Muere a consecuencia del Alzheimer en 2004.
Terminó su presentación estableciendo un paralelismo entre Carmen Laforet y Andrea Abreu, nuestra anterior anfitriona del club: el madrugador éxito literario de ambas, su juventud creativa, sus vivencias canarias, su rompedor estilo en los contextos literarios respectivos… Leyó a este propósito una cita de la propia autora: “En verdad, es el mundo que domina secretamente la vida. Secretamente, infinitamente, la mujer se adapta y organiza unas leyes inflexibles, hipócritas en muchas ocasiones para un dominio terrible. Las pobres escritoras no hemos contado nunca la verdad, aunque queramos. La literatura la inventó el varón y seguimos empleando el mismo enfoque para las cosas. Yo quisiera intentar una traición para dar algo de ese secreto, para que poco a poco vaya dejando de existir esa fuerza de dominio y hombres y mujeres nos entendamos mejor, sin sometimientos ni aparentes ni reales, de unos a otros… Tiene que llover mucho para eso. Pero ¿verdad que está usted de acuerdo en que lo verdaderamente femenino en la situación humana las mujeres no lo hemos dicho, y cuando lo hemos intentado ha sido con un lenguaje prestado, que resultaba falso por muy sinceras que quisiéramos ser?”.
Enrique, que inició el turno de opiniones sobre Nada, dijo que su lectura le había encantado, porque te seduce desde el principio. En su opinión es una novela morbosa, porque se recrea en lo malsano, aunque la narradora no juzga. Hay tipos amorales, como Román, aunque también buenos, como la abuela. Tiene puntos melodramáticos, por ejemplo, que la madre de Ena hubiera tenido también una relación con Román, y su final le parece de cuento de hadas. Está escrita con austeridad.
Benito reveló que, aunque la había leído en muy poco tiempo, le había enganchado, sobre todo por los personajes femeninos que aparecen y que ha visto en su propia familia. Merecerían una película de Pedro Almodóbar, añadió. En cuanto al contenido social, destacó a la burguesía catalana que apoyó al franquismo y a la que pertenecen las familias de los amigos de Andrea.
A Víctor le había gustado mucho, especialmente por la complejidad de los personajes, cuyo comportamiento te sorprende continuamente. Por lo demás, Carmen Laforet refleja bien la sensación de hambre de la posguerra y brilla sobre todo en la descripción de los paisajes, según el estado de ánimo de la protagonista.
A José Ángel la relectura le ha permitido encontrarse con otra novela, aunque no la ha disfrutado tanto como en ocasiones anteriores, quizá por la ausencia de una historia. No obstante, leyendo de nuevo Nada, ha sufrido, como su narradora-protagonista, lo cual no deja de ser un mérito de la autora. Es una novela de personajes femeninos potentes.
Bela comentó que le había atrapado y angustiado, aunque, una vez conocido su desenlace, acabó la lectura con más tranquilidad. La historia de Andrea le había recordado su propia historia personal, cuando estudió en la universidad de Sevilla y se alojó en la casa de dos hermanas mayores de mentalidad conservadora, aunque afortunadamente no pasó hambre como la protagonista de Nada.
Lola confesó que no tenía claro si le había gustado mucho o no, pues ve como luces y sombras. Hay aspectos de la historia que le parecen inverosímiles, como, por ejemplo, que todo lo malo se concentre en el personaje de Román. Además, lo relativo a los derechos de la mujer se queda en la trastienda, probablemente por la época en la que fue escrita. Le parece una novela catártica, en el sentido de que fue un desahogo existencial para la joven autora.
Carmen dijo que esta segunda relectura voluntaria, pues la primera fue obligatoria, le había permitido entender por qué es una novela grande. Refleja el tópico de la apariencia y realidad, porque los personajes aparentan lo que en realidad no son: Angustias, a pesar de sus principios religiosos tradicionales, mantiene una relación extramatrimonial con su jefe; Román, bajo su aparente sensibilidad, oculta a un ser mezquino y manipulador; etc. También le ha interesado el espacio cerrado y sucio del piso, donde vive Andrea, frente a sus salidas liberadoras por las calles de Barcelona.
Para María Jesús volver a leer Nada ha supuesto que la historia tome más relieve y le ha llevado a formularse preguntas: ¿Qué mensaje te queda? ¿Se trata de una obra determinista? ¿Su final es feliz? En cualquier caso, la considera una novela donde destacan los personajes femeninos, como Gloria, que le resulta enternecedora y apasionada; y la abuela que tiene sentido común ejerciendo de mediadora; sin embargo, Andrea le parece una joven abúlica e indolente.
Paco también la conocía y, al leerla de nuevo, le ha parecido una novela sobrevalorada por la inverosimilitud de los personajes, con la excepción de Gloria. No obstante, esta impresión se la cuestionó, después de la lectura de un texto de Rosa Montero, en el que habla de una visión distorsionada de la realidad, de un tono febril, experimentado por la propia Carmen Laforet, al escribir la novela. Bajo este prisma, ha entendido el valor de Nada y que sus personajes estén tan alejados de la realidad.
A María, finalmente, le ha gustado releerla y considera que todo se ve a través de los ojos de Andrea, lo que le da un tono existencial. Esto explica, además. la complejidad extraña de los personajes que nos sorprenden continuamente. Se ha puesto en el lugar de ella y se ha metido de lleno en su peripecia vital. Por otra parte, concluyó, en la novela se aprecia cómo la miseria saca lo mejor y lo peor de las personas.
En el debate posterior, hablamos en primer lugar de los personajes y, ligado a estos, de los temas más relevantes:
La ilusión de Andrea de ser independiente y libre choca con la sordidez de la casa de sus familiares, que discuten entre sí frecuentemente. Esto le decepciona y le causa tristeza, de tal manera que sólo encuentra una válvula de escape en la cordialidad de sus compañeros de universidad, en especial, Ena. Por lo demás, sabemos que Andrea está muy delgada y que no es una mujer coqueta, dado que no tiene interés ni por los vestidos, ni por los peinados, ni por el maquillaje, a diferencia de Gloria. En este sentido, rompe con el arquetipo femenino de la novela rosa, tan en boga en la época de la posguerra.
Ena probablemente está inspirada en la amiga de Carmen Laforet, Linka Babecka, que fue denunciada y detenida por ayudar a refugiados polacos, que huían del nazsimo. Es atractiva, maliciosa e inteligente, y traba amistad con Andrea. Oscila entre su novio formal, Jaime, del agrado de su familia, y su pasión secreta por Román, al que abandonó, después de seducirlo, porque le temía y porque quería humillarle como él hizo con su madre.
Román le parece a Andrea un artista maravilloso y único; pero en realidad es mezquino y manipulador. Tiene sometidos a todos los demás o al menos él lo cree así: “Tú no te has dado cuenta de que yo los manejo a todos”. Su suicidio final quizá se explica por la doble humillación que sufrió por parte de Gloria y Ena, cuando él estaba convencido de que las dominaba, como había hecho siempre con todas las mujeres.
Juan
Un tipo descarnado y alto, que tiene la cara llena de concavidades como una calavera. Es otro tío de Andrea y se lleva mal con su hermana Angustias, a la que llama bruja. Es de carácter inestable y tiene reacciones violentas, sobre todo por las provocaciones de su hermano, de quien se siente inferior. Además, maltrata a su mujer. Es un artista fracasado.
Gloria
Responde al modelo de mujer maltratada, pues está enamorada de Juan, a pesar de las palizas que este le propina. Tiene un alto concepto de sí misma; ya que se considera joven, guapa y libre. Juega por las noches en casa de su hermana para ayudar económicamente a la familia, aunque nos queda la duda de si en realidad se dedica a la prostitución. Odia a Román porque la despreció cuando ella estaba enamorada de él.
La abuela
Una mujer vieja que está trastornada y nunca duerme, según dice ella; pero es buena, pues comparte la escasa comida que le corresponde con su nieta y permite que Gloria venda los muebles viejos para comprar alimentos.
Comentamos que no se puede hablar de un intriga central que vayamos descubriendo hasta que se resuelva; pero Carmen Laforet sí sabe despertar el interés sobre los personajes: Andrea de la que tenemos que reconstruir sus rasgos físicos y sobre todo psicológicos a partir de sus reacciones ante los hechos que cuenta; Román y su personalidad enigmática y contradictoria; Juan y el origen de su agresividad; Gloria y sus misteriosas salidas nocturnas; la criada y su atracción por Román; la relación sentimental que mantiene Angustias con su jefe; etc.
Coincidimos en que los espacios, tanto interiores como exteriores, desempeñan un papel fundamental en la historia: el piso donde vive Andrea está sucio y destartalado, en consonancia con la inmoralidad de sus familiares; la buhardilla de Román también se adecua a la personalidad artística y excéntrica de éste; el cuarto de baño es para Andrea como una válvula de escape porque allí, al ducharse, se libra de la suciedad que le rodea, como también las calles de Barcelona representan para ella una forma de liberarse de ese ambiente sórdido del piso.
Las tres partes en que se divide formalmente Nada no se corresponden con la división tradicional de introducción, nudo y desenlace. En concreto la separación entre la segunda y la tercera parte no parece estar justificada, salvo si pensamos que el diálogo entre Andrea y Margarita, con el que se inicia esta, es importante para el desarrollo de la historia, porque el primero de estos personajes femeninos, a petición del segundo va a precipitar el desenlace trágico con su intervención. Además, Andrea, como Margarita, parece encontrar en la maternidad un posible sentido a la vida: “Cuando la madre de Ena terminó de hablar, mis pensamientos armonizaban enteramente con los suyos”.
Nos referimos al título, Nada, cuyo significado se explica al final de la novela: “Me marchaba ahora sin haber conocido nada de lo que confusamente esperaba: la vida en su plenitud, la alegría, el interés profundo, el amor. De la calle de Aribau no me llevaba nada. Al menos así creía yo entonces”. No obstante, esta última frase generó algunas dudas sobre dicho significado.
Finalmente, después de más de dos horas de animado debate, comentamos la forma en la que está escrita Nada: un lenguaje sencillo y natural, en las partes narrativas y dialogadas, combinado con un estilo más elevado en las descripciones, que se impregnan de los sentimientos de Andrea. Dentro de este enfoque subjetivo, destacan las animalizaciones para degradar a los personajes:
Gloria “tiene un perfil de rata mojada”
Las amigas de Angustias son “como pájaros envejecidos y oscuros”
La madre de Ena parece “un pájaro extraño y raquítico”
Juan olfatea como un perro.
Le dice Gloria a Román: “te quiero igual que el cerdo que se lleva al matadero”
“La voz de Román reptaba, como una serpiente, llegando a mí”
Próxima lectura, a propuesta de María: Zuleija abre los ojos de Guzel Yájina. Hablaremos de esta novela el 26 de enero, miércoles, a las 17 horas, en el Albergue Juvenil de Córdoba.