A pesar de que no corren buenos tiempos para el libro impreso, la participación en la actividad “Amigo/a invisible”, dentro de la XXIII Feria del Libro ha sido de un tercio del claustro; es decir, unas treinta personas. ¡No está mal!
La mañana del miércoles, 22 de abril, fueron apareciendo, misteriosamente cada hora, paquetitos muy bien envueltos en la mesa de profesores. Sus dueños extremaron las precauciones para no ser descubiertos.
A la hora del recreo ya estaban todos los regalos preparados y procedimos a abrirlos, con la ilusión pintada en nuestros rostros. Hubo pocas pistas de quién era la persona que obsequiaba, con lo que la invisibilidad continúa, en muchos casos, y los interrogantes acerca de la identidad de la amistad invisible, también.
Otros participantes optaron por escribir algunas “pistas enigmáticas” que, con dificultad más o menos grande, fuimos descifrando.
Como ese día había varias excursiones programadas, las personas afectadas recogieron su obsequio al regreso.
Para todos resultó una grata experiencia. Y me consta que la mayoría acertó en sus propuestas; ello quiere decir que las labores de observación e investigación sobre los gustos lectores de nuestros respectivos amigos invisibles han dado resultado. Y, de paso, es una forma de promover y aumentar la convivencia en el seno del claustro.
Hubo sugerencias, para futuras ediciones, en el sentido de aclarar en las bases de la actividad si había que dejar anónimo el libro, o con algunos indicios de la persona obsequiante.
Recogemos la aportación. Pero no podemos evitar que haya personas que prefieran mantener su “rostro” en la “sombra”, jugando con el título de la novela de Alfredo Gómez Cerdá.
¡Que os gusten los libros!
Carmen Jurado