Todos los asistentes a la sesión de ayer del club de lectura nos sentimos un poco quijotes y no sólo porque creemos en la defensa de causas ajenas en nombre de la justicia, sino también porque experimentamos una especial atracción hacia el personaje de Cervantes. A don Quijote, que salió de su aldea, para “deshacer tuertos y socorrer y acudir a los miserables”, de vivir hoy día, le hubiese resultado difícil –como dijo Juan Goytisolo en la entrega del Premio Cervantes- resignarse “a la existencia de un mundo aquejado de paro, corrupción, precariedad, crecientes desigualdades sociales y exilio profesional de los jóvenes”. Lo probable es que montado sobre Rocinante hubiera acometido lanza en ristre contra los que “proceden al desalojo de los desahuciados y contra los corruptos de la ingeniería financiera”; y hubiera socorrido a los inmigrantes africanos, que cruzan el estrecho, “cuyo único crimen es su instinto de vida y el ansia de libertad”.
Pero antes de llegar a esta conclusión y antes incluso de que comenzara la sesión, hubo una agradable sorpresa para los que formamos partes del club de lectura y, particularmente, para quien esto escribe. Hasta ayer, nos habíamos reunido al fondo de la Biblioteca; pero a partir de ahora lo haremos en un rincón de la misma, acotado por muebles con libros y decorado con los carteles y las fotografías de las más de cincuenta sesiones que se han celebrado. Las artífices de esta asombrosa transformación han sido Lola P. Ebrero y Carmen, a quienes desde aquí les doy las gracias:
“PALABRAS PARA UNA SESIÓN MUY EXTRAORDINARIA
Por fin, celebramos la sesión extraordinaria de nuestro Club de Lectura, aunque en esta ocasión no haya sido durante la Feria del Libro, ni en martes, como es habitual.
Pero éste no es un año más, sino especial, porque no siempre se celebra el cuarto centenario de la publicación de la segunda parte del Quijote, nuestra novela más intemporal y universal.
Por este motivo, la sesión de hoy es doblemente EXTRAORDINARIA y METALINGÜÍSTICA:
En primer lugar, por conmemorar, aunque sea con retraso, el Día Internacional del Libro, precisamente con una selección de capítulos de la novela cervantina, en cuyo honor, entre otros autores, la Unesco instituyó esta festividad cultural en 1995, hace ahora veinte años.
En segundo lugar, porque con ella bautizamos a nuestro Club de Lectura. Y si hay un Club de Lectura que naciera con un nombre propio, ese es nuestro CLUB DE LECTURA “MATÍAS REGODÓN”, pues ha sido la persona que más se ha ilusionado con este Club, desde su inicio. Y nos ha transmitido, y sigue transmitiendo, esa ilusión.
Matías, nuestro profesor de Literatura más cervantino, nuestro compañero de Departamento más entrañable, nuestro amigo más lector, merece dar nombre al “saloncito de nuestra Biblioteca”, donde continuaremos hablando de libros, que no es otra cosa que hablar de nosotros y de la vida. Desde ahora, tenemos un “rinconete” más acogedor y menos “cortadillo”.
Y es que nos rodean imágenes, frases y motivos para continuar leyendo en compañía. Tenías razón, Lola. Es un nombre ajustado a la medida de nuestro Club”.
La sesión propiamente dicha comenzó con la presentación del autor por parte de María:
Cervantes nació en Alcalá de Henares el 29 de septiembre de 1547 y murió el 22 de abril de 1616. El trabajo como cirujano de su padre, que se corresponde con el actual practicante, llevó a la familia a moverse por diferentes ciudades: Córdoba, Sevilla, Toledo, Cuenca, Alcalá de Henares, Guadalajara y Valladolid. Aunque no posee estudios universitarios, sin duda fue un ávido lector. Su viaje a Italia en 1569 le permite imbuirse de estilo y arte de este país. Participó en la batalla de Lepanto, donde pierde la movilidad de la mano izquierda, a causa de un arcabuzazo. Padeció cautiverio en Argel, ciudad en la que estuvo cinco años a la espera del rescate, que se produjo en 1580. Ya en España se casó con Catalina de Salazar, aunque se separa de ella a los dos años. Fue comisario de provisiones para la Armada Invencible, lo que le lleva a recorrer distintas ciudades y pueblos de España, recaudando impuestos destinados a cubrir los ingentes gastos de la guerra. Sufrió prisión acusado injustamente de quedarse con parte de lo recaudado y murió en Madrid a los 68 años.
En resumen, una vida rodeada de estrecheces y miseria, con negocios fracasados y estancias en la cárcel, que seguro modeló su carácter y le sirvió de inspiración para escribir sus libros, particularmente Don Quijote de La Mancha, considerada la primera novela moderna y una de las mejores de la literatura universal.
En el turno de opiniones, algunas de las asistentes recordaron a familiares, que habían tenido una especial relación con esta novela: Lola Cortés contó que para su padre había sido libro de cabecera, durante años; Carmen refirió que la primera lectura que el suyo había hecho en el “Ipad” fue precisamente esta; y María nos reveló que, al leerla, siempre pensaba en su padre, como don Quijote, por su delgadez y carácter idealista, y en un tío suyo, como Sancho Panza, por su físico más contundente y su pragmatismo.
Pepa comentó la actualidad de los temas que se abordan en la novela; una actualidad que no se limita al contenido sino que afecta también a la forma, en especial al ejercicio metalingüístico que hace Cervantes, en la segunda parte, con los personajes hablando de cómo se habían comportado en la primera, publicada diez años antes.
Antonio se preguntó cómo había surgido la idea de escribir el Quijote. Al parecer, Cervantes se pudo inspirar en El entremés de los romances, una pequeña pieza de teatro, escrita en verso, en la que Bartolo, un labrador recién casado, se vuelve loco por la constante lectura de romances y decide salir de su casa para vivir aventuras.
Carmen, que acaba de montar, con su alumnado de 3º de Diversificación, Sancho Panza en la ínsula, obra teatral de Alejandro Casona, basada en algunos capítulos del Quijote, confesó haberse sentido cautivada, durante la preparación del montaje, por la figura de Sancho, un personaje que se comporta, con inteligencia y sensatez, en su trabajo como gobernador.
Sin duda, hizo caso de los consejos que le dio su amo y que podríamos aplicar a nuestros propios hijos: “has de poner los ojos en quien eres, procurando conocerte a ti mismo, que es el más difícil conocimiento que puede imaginarse (…) Haz gala, Sancho, de la humildad de tu linaje, y no te desprecies de decir que vienes de labradores (…) Y préciate más de ser humilde y virtuoso que pecador o soberbio”.
Entre los temas que se plantean en la novela, comentamos:
• La libertad, que la posee el hombre por naturaleza; por eso, don Quijote libera a los galeotes, aunque sabe que han cometido algún delito.
• La educación de los hijos, que corresponde a los padres, los cuales deben respetar si quieren o no quieren estudiar, así como lo que decidan estudiar.
• La hermosura, que está en el interior de la persona, en su honestidad y en su buen proceder.
• El linaje, la fama y la honra. Hay dos tipos de personas: las que llegan al honor por nacimiento; y las que lo adquieren por sus obras. A este último tipo pertenece don Quijote.
• La elección de marido, que tiene que ser por amor, como Basilio y Quiteria, y no por interés, como el frustrado matrimonio que proyecto el padre de esta con Camacho.
• Y el amor, como sentimiento que caracteriza a don Quijote y la gran motivación para vivir las aventuras.
Su ideal amoroso pervive, incluso después de haber sido derrotado en las playas de Barcelona por el Caballero de la Blanca Luna, que es en realidad su amigo Sansón Carrasco que quiere hacerle volver a casa:
“Don Quijote, molido y aturdido, sin alzarse la visera, como si hablara dentro de una tumba, con voz debilitada y enferma, dijo:
-Dulcinea del Toboso es la más hermosa mujer del mundo, y yo el más desdichado caballero de la tierra, y no es bien que mi flaqueza defraude esta verdad. Aprieta, caballero, la lanza y quítame la vida, pues me has quitado la honra”.
De los personajes, Pepa llamó la atención sobre Rocinante y el rucio: el primero es un caballo flaco que, a veces, causa la derrota de su amo, pero al que éste considera como “la flor y espejo de los caballos”; y el segundo es para Sancho como un hijo, que le ayuda en los momentos difíciles. Ambos traban amistad y se rascan mutuamente, como si fueran personas.
Finalmente, tras casi dos horas de animado debate, leímos en alto –emulando al profesor universitario de Carmen- el fragmento en el que don Quijote, recuperada la cordura, pide perdón a Sancho por haberle llevado a vivir aventuras:
“-Perdóname, amigo, de la ocasión que te he dado de parecer loco como yo, haciéndote caer en el error en el que yo he caído, de que hubo y hay caballeros andantes en el mundo.
-¡Ay! –respondió Sancho, llorando- No se muera vuestra merced, señor mío, sino tome mi consejo, y viva muchos años; porque la mayor locura que puede hacer un hombre en esta vida es dejarse morir, sin más ni más, sin que nadie le mate, ni otras manos le acaben que las de la melancolía. (…) Vámonos al campo vestidos de pastores, como tenemos concertado: quizá tras de alguna mata hallaremos a la señora Dulcinea desencantada, que no haya más que ver.”
Culmina, así, la “quijotización” de Sancho, que se vuelve más idealista, como todos nosotros, y la “sanchificación” de don Quijote.
La próxima lectura supone un giro de 180 grados con respecto al Quijote: 1280 almas de Jim Thomson, considerada la tercera mejor novela policiaca de todos los tiempos. Hablaremos de ella el 11 de junio, jueves, a las 18:30, en nuestro rincón favorito de la biblioteca, recién inaugurado.