Doce personas asistimos el pasado jueves a la primera sesión del Club de Lectura de este año 2016, para hablar de Identidades asesinas, un libro en el que Amin Maalouf denuncia “la locura que incita a los hombres a matarse entre sí en el nombre de una etnia, lengua o religión” y, al mismo tiempo, intenta comprender “por qué en la historia del hombre la afirmación del uno ha significado la negación del otro”.
Antes de la presentación del autor, Carmen expresó el agradecimiento a Lola por haber conseguido de nuevo los libros en papel, a través de la Biblioteca Central de Lepanto, donde estamos registrados como club de lectura.
A continuación, María recordó el nacimiento de Maalouf, en el Líbano, un país que perdió su gran influencia financiera en Oriente Próximo, con la Guerra Civil, entre 1975 y 1990, la cual destruyó además su equilibrio político. A causa de esta guerra, se exilió en Francia donde trabajó como redactor jefe de la revista Jeune Afrique. Su padre, periodista, poeta y pintor, le inculcó el amor por las letras, y de su madre heredó la educación francófona. En la actualidad, se dedica exclusivamente a la literatura. Ha recibido entre otros premios el Goncourt por La roca de Tanios y el Príncipe de Asturias de las Letras por el conjunto de su obra. Pertenece a la Academia Francesa, donde ocupa el sillón número 29, en el que sustituyó a Claude Lévi-Strauss.
Sus novelas más conocidas son León el Africano y Samarcanda, que algunos de los asistentes habían leído.
En el turno de opiniones sobre Identidades asesinas, Inés comentó que le había costado leer el libro, pero que al final había relacionado el contenido del mismo con su propia vida, un tanto nómada, que le ha permitido tener diferentes identidades. Miguel destacó que Maalouf plantea muchos problemas, a los que no da solución, porque, en un último extremo, todo depende del ser humano, de su educación, de la necesidad de viajar para conocer otras personas y otras culturas, que es lo que nos hace ser tolerantes. Enrique definió el libro como un ensayo divulgativo que explica obviedades y quizá no profundiza lo suficiente, pero tiene un valor por encima de todo: que el autor aplica el sentido común a su análisis. Carmen y Benito coincidieron en señalar la vigencia del mismo, a pesar de que han transcurrido casi 20 años de su publicación y el mundo ha cambiado bastante. Éste último explicó que Maalouf entendía la identidad como la suma de pertenencias de una persona (religión, lengua, nación, etc.) y que el problema surge cuando una de estas se impone a las demás. Víctor y Antonio, en cambio, expresaron una opinión crítica: para el primero el libro ha quedado desfasado, porque el mundo ha ido a peor; y el segundo echaba en falta una mayor explicación de las identidades asesinas, en concreto, la perspectiva de los que cometen los atentados.
María mencionó otro título en el que había pensado el autor, “Cómo domesticar a la pantera”, en el sentido de que este animal mata si se le persigue, aunque lo peor es dejarle escapar en la naturaleza después de haberlo herido. Pues lo mismo pasa con el deseo de identidad “que no debemos convertirlo en objeto ni de persecución ni de condescendencia, sino que hemos de observarlo, estudiarlo con serenidad, comprenderlo, y después amansarlo, domesticarlo, pues, de lo contrario, no podremos evitar que el mundo se convierta en una jungla”, donde las personas, aisladas en guetos –como señaló Inés- recurran a la violencia.
Aunque Amin Maalouf no alude a ella, coincidimos en que el auténtico problema y lo que se oculta detrás del terrorismo indiscriminado que se lleva a cabo, en nombre de una etnia, lengua o religión, es la pobreza de algunos países a los que hemos colonizado, así como la ideología y la estrategia geopolítica. Además -apuntó Julia- las personas que tienen mezcla de identidades pueden tender puentes para solucionar estos conflictos.
Nos planteamos y dimos respuestas a algunas preguntas que se desprenden de la lectura del libro:
• ¿Qué es más importante para conformar la identidad: la genética o el ambiente?
Sin duda el segundo, es decir, la influencia de los demás, tanto de los seres cercanos (familiares, amigos, correligionarios, etc.), que la fomentan, como de los contrarios, que tratan de excluirla.
• ¿Cómo han evolucionado el Islam y el cristianismo?, ¿por qué lo han hecho de forma inversa?
Hay en el Islam una notable capacidad para tolerar la existencia de otras religiones, que coincide con un periodo en el que los árabes triunfaban y tenían la sensación de que el mundo les pertenecía; pero ha ido evolucionando hacia comportamientos intolerantes y totalitarios, a medida que se han sentido amenazados. Un ejemplo, en este sentido, es el de Córdoba que pasó de ser una ciudad confiada y segura de sí misma, en el siglo X, a una ciudad acosada por los ejércitos cristianos tres siglos más tarde.
En cambio, el cristianismo presenta un largo pasado de intolerancia, que poco a poco se ha ido transformando en apertura y flexibilidad, como la propia sociedad europea, que ha avanzado en democracia y derechos sociales, aunque aún quedan reminiscencias dogmáticas, sobre todo en lo relacionado con el ámbito sexual.
• ¿Cómo proteger la diversidad (lingüística, étnica, religiosa, etc.) en una sociedad?
De las tres caminos que propone Maalouf (establecer un sistema de cupos, reconocer en la nación la pertenencia a varias cosas o respetar la ley del sufragio universal) nos pareció el más adecuado el segundo de ellos, porque ese reconocimiento puede mitigar las tensiones y contribuir a sanear las relaciones entre los diferentes grupos de personas.
• ¿Cuáles son las ventajas y los inconvenientes de la globalización?
Encontrar en todos los continentes manifestaciones culturales diversas (culinarias, musicales, literarias, etc.), que modifican “nuestros gustos, nuestras aspiraciones, nuestros comportamientos, nuestros modos de vida, nuestra visión del mundo y a nosotros mismos”, supone un factor de diversidad, una mezcla de culturas que puede ser enriquecedora.
Por otra parte, si la globalización no parece exclusivamente americana o anglosajona, todos podremos reconocernos en ella y nadie la sentirá como algo ajeno y hostil.
Sin embargo, la uniformización de los gustos puede empobrecernos, pues cabe la posibilidad de acabar leyendo el mismo tipo de novelas estereotipadas, oír las mismas melodías, ver películas producidas con el mismo molde, escuchar las mismas opiniones dominantes, etc.
Además, la hegemonía ideológica, económica o mediática puede imponernos al mundo entero una misma lengua, un sistema económico idéntico, la misma escala de valores, es decir, el fenómeno de la globalización sería un disfraz bajo el que se oculta un plan de dominación.
Finalmente, la conclusión a un debate, que duró cerca de dos horas, la puso Lola: reducir la pobreza en el mundo es requisito indispensable para respetar la dignidad del der humano y para que nadie se sienta excluido de la civilización común que está naciendo.
Próxima lectura, a propuesta de María: Los desposeídos de Úrsula K. Le Guin. Hablaremos de esta novela de ciencia ficción social, que avisa de los peligros de la descentralización y la burocracia, en una hipotética sociedad anarquista, el 18 de febrero, jueves, a las 17 horas.